Perdón, discúlpame, lo siento.
Perdón por ir siempre deprisa y corriendo, sin prestar demasiada atención a tus problemas, a tus desvelos, a tus cotidianos quebrantos, a tus desconsuelos, a tu desesperanza.
Perdón por ir por ahí derramando mis miedos, esos que tanto me pesan y de vez en cuando he de liberar. Esos sucios miedos que manchan mi vitalidad y secan mis impulsos. Los mismos miedos que hacen marchitar tu alegría y la mía, ese miedo cobarde e insaciable que viene, devora y se marcha saciado de nuestros más íntimos sueños e ilusiones.
Perdón porque en ocasiones se me olvida escuchar y no veo y me nublo y se me va hasta el habla y tan cansada me siento que sólo el silencio parece llenar mi vacío.
Perdón por callar todo lo que me gustaría decir y decirte, verbalizar lo que me gusta y disgusta, lo que pienso y siento, definirme, presentarme a ti que me escuchas, que me atiendes, que me miras esperando conocerme, y hacerte entender que estoy y hacerte ver que espero que te acerques.
Perdón por decir tan a menudo palabras como “no”, “nunca” o “imposible”.
Perdón por no reír más a menudo, con más frecuencia, sobre todo de mí misma.
Perdón por no haberte regalado mi mejor cumplido, esa palabra tierna que tal vez necesitaste y me guardé para mí, ese elogio que bien mereciste en aquel momento y nadie te ofreció. Ese halago, ese beso, ese abrazo, esa caricia que era tuya, nacida para entregártela y me la quedé para mí, en mi murió, por miedo a que me malinterpretaras, a que viera en mi falsos o inciertos propósitos.
Perdón por dudar de mí, de mis infinitas posibilidades, por no creer que la vida me depara una feliz estancia.
Perdón por quejarme de casi todo, por no valorar lo mucho que tengo y quiero, por acentuar mis carencias y prestar más atención a lo que me falta que a lo que poseo.
Perdón por dejar que el orgullo y la soberbia tengan tanto protagonismo en mi vida.
Perdón por permitir que otros insulten al mundo con sus pensamientos totalitarios, con su tiranía, su falta de humildad, su intolerancia, su palabrería turbia que sólo atrae a la discordia.
Perdón por dejar que en ocasiones el desánimo me robe el día.
Perdón por pasar tanto rato lamiéndome mis heridas.
Perdón por haber mirado en algún momento de mi vida para el otro lado cuando he visto algún trazo de dolor o miseria.
Perdón por permitirme sentir que todo está perdido, que ya no hay esperanza y que yo poco o nada puedo hacer para que todo se vuelva algo más luminoso.
Perdón por malgastar mi tiempo pensando en todo lo que pudo ser y no fue, en todo lo que fue y no tenía que haber sido.
Perdón por ir por la vida malpensando y maldiciendo cuando no me dejan pensar ni decir.
Perdón por no defenderme cuando se me acusó de ser “igual que los demás”.
Perdón por desconfiar tan a menudo del género humano.
Perdón por depositar todas mis ilusiones en el futuro, en los sueños y tan pocas veces en la realidad.
Perdón por claudicar a la violencia del mundo, física o verbal, hablamos de lo mismo.
Perdón por haberme dado por vencida alguna que otra vez, apenas habiendo comenzado a vivir, por no luchar con todas mis energías para que este planeta sea un hogar para muchos, un entorno cálido en convivencia dónde cada uno sea y diga su parecer sin temor ni menosprecio.
Perdón, disculpen, acepten mis disculpas por no cobrar más protagonismo en esta trama vital.
Sí, lo sé, todo puede cambiar y debe, a mejor claro, aclarémoslo. En ti, en mi está ese cambio. Di “SI “, di ”QUIERO”, di ”PUEDO”, di “AHORA”.
No pretendas cambiar el mundo entero, el planeta, el cosmo, no seas tan ambicioso. Proponte metas más locales, más tangibles. Escucha, en algún lugar cerca de ti, alguien te espera, te necesita. Tu voz, tus ideas, tus manos son necesarias para el cambio. Di, dímelo, promételo,”LO HARÉ” o al menos pronuncia un ”LO INTENTARÉ”, con eso me basta.
Te dejo un momento para que recapacites. Eso sí no te demores demasiado, el tiempo es un corredor veloz, simplemente hazlo, es hora de actuar, es tu momento, no lo dudes, eres una pieza clave en este puzzle vital, no te minusvalores.
(MOMENTO PARA RECAPACITAR)
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Ya, acabó la hora de la reflexión, ya eres otro, acabas de cambiar, ¿lo notas?, hay algo nuevo en ti, nuevas ideas, nuevos proyectos, nuevas metas…
Es la hora de actuar. Inventa, crea, repara, destruye, trasforma…
El mundo te necesita, yo te necesito, acompáñame, ayúdame en mi lucha y acepta mis disculpas en la medida de tus posibilidades.
Perdón de nuevo, pero he de insistir, este es el primer paso que quiero que des, tan sólo debes decir en voz alta, o para tu fuero interno,”LO HARÉ”,”LO INTENTARÉ”,”CREO EN EL CAMBIO”.
(Repítelo, quiero escucharte de nuevo, vamos, no creas que no puedo oírte).
A partir de ahí te toca a ti trazar tu plan de actuación, tu campo de acción. No creas que has leído estas líneas por casualidad, no, no lo creas y si así fuera (que no es mi intención llevarte la contraria), recíclalas en ti, dales valor, haz que sirvan para algo, hazme sentir que no he perdido mí tiempo disculpándome en vano, pidiéndote ayuda.
Por si te vale de algo, creo en ti, confío en tus infinitas posibilidades, se que lo harás.
¡TE ESPERO, BÚSCAME EN EL CAMINO!
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¡Qué difícil es pedir perdón y cuanto cuesta perdonar! Si así, con esa dulzura y esa preocupación final yo no lo dudaría.
ResponderEliminarMuchas gracias María. Me ha encantado.
Preocioso escrito.No hay mejor manera de cambiar el mundo que empezando ese cambio por uno mismo y no hay mejor forma de cambiarnos que perdonando y liberándonos de esos miedos que no nos dejan ver lo que tenemos delante,miedos que nos impiden vivir y disfrutar todo lo maravilloso que nos brinda la vida.Razón tienes con que no lo hemos leido por casualidad,ciertamente la casualidad no existe,todo pasa por algo y al final siempre es para bien.
ResponderEliminarBaldhomero.