En un lugar apartado del bar
Juanito, Antonio apura su penúltima manguara del día. Sus temblorosas manos,
reflejos de un débil cuerpo que oculta tras la camisa sucia de saneador,
acarician su casco de cartón-piedra.
Con cada trago le llegan imágenes
de una huelga; de una abarrotada plaza de toros que le escucha hablar de
libertad y dignidad; de un incendio provocado en el Pozo Alicia; del rostro de
su amigo Luis mientras le decía:
-“Abandono. La huelga se te ha
ido de las manos. Vuelvo a la mina con la única intención de regresar a mi casa
cada día”.
Recuerdos de un tiempo lleno de
esperanzas que finalizó cuando Luis bajó al pozo para inspeccionarlo y no
regresar.
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