Autor: Manuel Fernández del Rio.
Día 24 de agosto de 1944.
Tras el desembarco de las tropas aliadas en Francia, su incursión rumbo a Paris estuvo salpicada por algunos focos de resistencia que les obligaron a realizar un alto en su camino para hacerles frente, pero sin demorar su objetivo: la recuperación de París.
Cuando llegaron a París, descubrieron que, a diferencia de otras ciudades donde las resistencias anti-fascistas actuaban lejos, allí peleaban a pie de calle, en la misma ciudad, escondiéndose en cada resquicio que encontraban. Este gesto dio moral a las tropas aliadas, ya que pensaron que los miembros de la resistencia serían de gran ayuda para lograr eliminar los pozos de resistencias nazis, para así llegar a la plaza del Ayuntamiento lo más rápido posible.
Estas tropas y grupos de resistencia, eje central de esta historia, se nutría de
Pues bien, este regimiento recibió en Liverpool un grupo de nueve semi-orugas, y cuando
Se hizo la asamblea española, que fue, como es fácil de imaginar, tumultuosa, ya que desde Pasionaria a Durruti, pasando por las siglas del POUM, salieron nombres para bautizar mil blindados. Hasta que los jefes de sección (Moreno, Granell y Elías) decidieron cortar por lo sano y darles nombres de batallas de la guerra de España. Así, pasaron a llamarse: Madrid, Jarama, Ebro, Teruel, Guernica, Belchite, Guadalajara, Brunete y Don Quijote y los guiaban el zaragozano Martín Bernal, el madrileño Federico Moreno y el andaluz Montoya, secundados por el catalán Elías (herido en las calles de París por un francotirador), el canario Campos y el valenciano Domínguez. A estos soldados (un total de 36 ex soldados del ejército republicano español) y sus dotaciones se les conocerá a partir de ahora como: Los liberadores de París.
Llegaron a la plaza del Ayuntamiento a las 21:20 horas aproximadamente, cada uno por una de las nueve calles que lo flanqueaban. Y, aunque todos habían tenido un itinerario diferente, se esperaron mutuamente para entrar en la plaza todos juntos al ritmo de la cantinela de los soldados que decían: ¡Somos rojos españoles! Y ondeando sus banderas tricolores. Liberaron el edificio de las tropas nazis sin que ningún hombre cayera en combate y desde allí y con ayuda de la megafonía nazi, se dedicaron a hablarle a la multitud civil para que se levantara en armas contra las tropas alemanas, y ¡vaya si funcionó!
Este suceso fue un punto de inflexión en las relaciones franco-españolas, y los soldados franceses y españoles pasaron de odiarse a dedicarse palabras de afecto mutuo.
En su historia de
En sucesivas unidades mandadas por el general Leclerc, los españoles republicanos destacaron siempre por sus rasgos más peculiares: valientes, pero difíciles de mandar, disciplinados, pero revoltosos; amantes de la juerga, incluso en los momentos más críticos, ejemplo de solidaridad de grupo, desprendidos, soñadores, y a ratos increíblemente temerarios...
Bien, la batalla de Paris pasó, la guerra finalizó y llegó el momento de los recordatorios, y ¿sabéis una cosa? Cada 24 de agosto suena el himno republicano español en la plaza del Ayuntamiento de París, y son recordados como auténticos héroes. Incluso el anterior presidente de
Es parte de nuestra historia, pero me hace pensar tristemente en cómo somos. Con cierto tipo de cosas como la que hablamos, preferimos mirar para otro lado y no remover algo que ya pasó. Somos esclavos de un pasado y volverlo a mirar directamente a los ojos nos da miedo; no somos capaces de dar ese paso, de reconocer de que ellos fueron los héroes de España. Intentaron derrotar a la garra fascista que durante cuarenta años asoló nuestro país y fueron derrotados, pero aun así no se cansaron y se alistaron en otro país diferente con la única idea de vencer y derrotar al fascismo. ¡Y esa vez tuvieron su merecido momento de gloria!
Estoy seguro que a mas de un soldado republicano se le pasó por la cabeza poder cambiar esa “victoria” en París por una victoria en el río Ebro, Madrid o el alcazaba de Toledo, pero esa no fue nuestra suerte, obligándonos a olvidar a estos señores. Pero por eso, en estos días de abril, se le abre un hueco en esta pequeña memoria a esos combatientes que gritaron por muchas partes de Europa: ¡Soy un rojo español!
PD: La primera imagen muestra a componentes de la división acorazada posando antes de entrar en París. Tomada de la web www.noticiasdealava.com La segunda es una foto actual del Ayuntamiento de Paris, que nos ayuda a situar el acontecimiento. Tomada de www.mundocity.com
Algunos españoles que merecen ser llamados así, "ESPAÑOLES", han pasado al olvido desgraciadamente, aunque no del todo.
ResponderEliminarEsa parte de nuestra historia fue ocultada durante cuarenta años por motivos obvios. En esta generación está que no los olvidemos.
ResponderEliminarSinceramente no conocía la historía de estos hombres, pero cuando descubrí la plaza en París, me llenó de curiosidad y decidí leer cosas sobre ellos. Hubo dos cosas que me fascinaron, para bien y para mal.
ResponderEliminarMe llamo la atención la actitud de estos hombres y su forma de ser fiel a un ideal, pero me entristeció ver que en su propio país eran auténticos desconocidos...En nosotros está cambiar eso...y hacer que cada 24 de agosto retumben sus voces...
Y por eso, por tu esfuerzo para aprender y recordar a hombres y sucesos olvidados, te agradecemos este artículo.
ResponderEliminarUn abrazo.