4 de octubre de 2009

El conde (VII)

Autor: un gran amigo.
Si bien la exposición de Alicia, había creado un batiburrillo de confusiones en el ánimo del cura, pronto se desvanecieron, “por los motivos que fuesen”, dejando paso a un pragmatismo que algunos religiosos saben compaginar ó, casi, sin menoscabo de la doctrina. Tal vez pudo ser el caso de D. Andrés.

De cualquier manera, la “sugerencia” de la distinguida feligresa fue observada con tanta precisión, como ella la proyectó, pero transcurrían las semanas y meses que finiquitaron el dichoso año de 1880 empeorando, si cabe, el asunto de los humos.

Extraño resultaba que el Cielo permaneciese sordo ante el clamor de una “clase” a la que parecía, siempre escuchó y, a la que tantas buenas obras se le debían….

La situación era divergente para los intereses mineros. A la vez que se ampliaba la Corta de Filón Sur (en la Mina) con el consiguiente aumento de mineral extraído, 15.075 Tons más que el año anterior y, empleando una cantidad de mano de obra en los trabajos, jamás conocida, pagada puntualmente, sin que las condiciones meteorológicas pudiesen impedirlo, y garantizando la continuidad del diario laboreo.

Por lo que a Don Ceferino Parejo más competía, pudo presentar los resultados positivos de sus variadas gestiones, entre las cuales, destacaba la política de indemnizaciones a los agricultores y terratenientes por el daño causado a sus diferentes propiedades que, tras ello, pasaban a engrosar, -generalmente las tierras, “por baldías”-, el patrimonio inmobiliario de la Compañía inglesa, semejándose así a gigantesco e insaciable pulpo que extendía sus tentáculos hacia los 4 puntos cardinales, desde el eje de la explotación.

A la par, se desarrollaban asentamientos urbanos para los obreros y sus familias llegados a Rio Tinto, no sólo de las cercanas provincias andaluzas si no, igualmente, de las lejanas tierras gallegas y portuguesas, ante la imposibilidad de encontrarles alojamientos en el pueblo, desbordado por una masa inmigrante de aquella magnitud, dándose la lógica circunstancia sociológica de la integración humana, pero que conservaba en muchos aspectos, costumbres enraizadas en sus diferentes regiones

Evidentemente, había que tomar muy en cuenta a una inmigración “más selecta”, pero minoritaria, llegada a la Mina y que desde Londres, fue designada para organizar los métodos de trabajo que, al socaire del mismo, implantaban también las costumbres y modelo social de su propio país.

Curiosamente, el comienzo de esta arribada la protagonizó un puñado de escoceses que, una vez instalados en casas particulares del pueblo, desearon el reagrupamiento familiar y, en consecuencia, la Compañía les proveyó de casas, edificando algunas en núcleos ó barrios, separados del pueblo, como pudieron ser los de San Dionisio, Marín, Naya, etc.

No obstante y estar destinados a la dirección de todo tipo de trabajos en el establecimiento minero, la explotación necesitó la concurrencia de técnicos especializados en diversas ramas a fin de ser atendida adecuadamente. Por tanto, eran precisos, a medida que iba en aumento la extracción, especialistas en Ingeniería, Medicina, Administración, Enseñanza, Proyectistas, etc.

De manera que el grupo primeramente llegado se vio incrementado, paulatinamente,con otros individuos no sólo procedentes de las Islas Británicas, si no igualmente, recurriendo la misma Compañía a similares métodos de reclutamiento y contratación como ya lo hiciera en distintas partes del Imperio.

Muchos individuos, prácticos en labores mineras, salieron de Redruth (Suroeste de Cornwall) una vez agotados los pozos en que anteriormente trabajaron, embarcando para las Minas de Rio Tinto, en Huelva, desde el cercano puerto de Plymouth.

Familias obreras completas, como fueron los Gilbert, obtuvieron empleo en las Minas permaneciendo allí durante generaciones e, incluso, el padre de la extensa unidad familiar, moriría en ella años después, en accidente de trabajo. Como anécdota, podríase citar al Ingeniero Neil Kennedy, oriundo de Redruth. que llegó a ostentar la Dirección en un breve espacio de tiempo y del que más adelante nos ocuparemos.

En muchos aspectos Rio Tinto, bajo la influencia de esta minoría se configuró en los primeros años de los 81 que duró la administración británica, como el embrión de una de tantas colonias asentadas en el mundo y paradigma –en micro/constiución- a la “British South Africa Company” e “Imperial British East Africa” cuyos fundadores, Cecit Rhodes y William Mackinson, ambos contemporáneos “al Mr. Matheson” de Rio Tinto, dieron paso a las futuras colonias de South Africa y Kenya, respectivamente.

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