12 de noviembre de 2009

El conde (XI)

Autor: un gran amigo.

Desembarcado el cortejo real y, una vez cumplimentadas las autoridades de la capital, en tren especial preparado al efecto, bajo la dirección de Mr. Langdon, Ingeniero Jefe de Tráfico de la RTCL, fue tomado por la comitiva en la estación de Rio Tinto, (en Huelva) para viajar a las minas.

Mr. Matheson continúa:

“Un espléndido staff de oficiales, civiles y militares, acompañaban al Rey, todos decorados profusamente con estrellas y medallas y, nuestro pequeño coche salón, en precioso orden estuvo bastante bien lleno, seguido de otros 4 carruajes que formaban el tren.

El Rey era el más agradable, hablando el camino entero con la mayor animación, pero como él olvidó enormemente el inglés, lo encontraba molesto para hablarlo y el Sr. Doestch llevó la conversación principal y lo hizo enterándole, con mucho detalle, de nuestro trabajo en esta provincia.

Desde luego, casi todos fumaban y, observando el Rey que yo no lo hacía, él me dijo: Vd. se parece a un amigo mío que en Sandhurst puso un aviso en su cuarto, que decía; AQUI NO SE FUMA.

Aseguré a S.M. como, a veces, no me opongo a los que otros hacen”

“Estaba demasiado oscuro para prestar atención al panorama del camino y sólo nos paramos dos veces, en Niebla y Utrera (¿?) para echar agua a la máquina y, en Berrocal, para contemplar un arco triunfal que al maestro de estación se le había pedido.

Sobre las 10 llegamos a nuestro destino.

Las luces eléctricas y la luna se combinaron para iluminar la corta abierta, de manera bastante esplendida y, no solamente el Rey si no también los miembros de su staff estaban profundamente impresionados por la visión.

Había una gran muchedumbre de gente pero se comportaron del modo más admirable, cubriendo el camino por el que anduvimos hacia la Casa Grande.

La plaza frente aquella residencia estaba literalmente atestada. Una banda de música sonaba a lo lejos y una docena o más de policías montados, molestaban a la gente, no poco, por las cabriolas de los agitados animales, en los momentos de la llegada.

Entrando en la casa, yo tomé a S.M. escaleras arriba y, primero en la balconada, donde él dio inmensa alegría a la muchedumbre apareciendo y recibiendo sus entusiastas demostraciones,

Hacia las 11 y ¼ bajamos para cenar un espléndido banquete servido por los criados del Rey y un número de camareros, de Sevilla, donde habíamos adquirido las viandas y vino. Terminada, hacia las 12, nada mejor para S.M. que un recorrido por el interior de la mina.

Debería mencionar que 28 fueron invitados a la cena, incluido desde luego, Mr. Prebble. Yo ocupé la silla, estando el Rey en el lado opuesto a mí y con Mr. Doestch al lado de él. A la derecha e izquierda de mi estaban el Ministro de Marina y el Gobernador de la provincia.

El Ministro me gusta. Es abstemio, es viejo y tomó pequeña parte en las actividades para atender a la visita.

Muchos de nosotros salimos para el paseo de medianoche y montamos en un tren de 3 carros planos con bancos de jardinera, espalda con espalda, colocados sobre ellos de lado, fue hecho para mi cuando en mi última visita yo estaba cojo, solo que Mr. Prebble los había cubierto de toldos, arreglándolos para, exactamente, no rozar el techo de las galerías subterráneas.

Fuimos al túnel principal y continuamos hacia 900 metros dentro de la mina, viendo las galerías las cuales están siendo cortadas a derecha e izquierda y continuando los trabajos tanto de noche como de día. En corto aviso la gente ha sido advertida de nuestra llegada a fin de prevenir lo que pueda ser peligroso.

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