27 de diciembre de 2009

El conde (XV)

Autor: Un gran amigo.

No consistía, exactamente, en reprimir la impaciencia por ser informada. ¡No¡ No decaía su interés por las noticias provenientes de Rio Tinto pero, tal vez, fuese la inexplicable sensación de inquietud y desosiego, a la vez, que le transmitía en sus relatos, desgranados con lentitud y tosca naturalidad, el mensajero/confidente que ya era Román. A menudo se preguntaba: ¿Es sólo eso?

Invitó a sentarse al joven mozo. Tras la deferencia concedida, él sabía que esperaba sus comentarios, de modo que, con la tranquilidad de saberse atentamente escuchado, comenzó: “Verá, Señora: Ayer tarde , después del despacho y de abrevar a las bestias, pasé a la panilla del Tani, allá por la calle Sanz y, entre otros individuos que estaban bebiendo aguardiente en una liara, había un inglés que, según dijo, era más bien escocés, despotricando de la Compañía a la par que bebiendo incansablemente, mostraba a quienes supieran leer un papel donde (según Rogelio Benito) que es el único que de los allí reunidos sabía leer, decía cosas muy raras en una lengua que nadie conocía pero que posiblemente era inglesa. El tal Rogelio, alcanzó a leer sólo 3 palabras, pero sin acertar en su significado y creyendo era un certificado, para ir de médicos. Dijo que aquellas ponían: -Dismissed for drunk-

Aquel extranjero, que hablaba chapurradamente nuestro idioma, con recia voz contaba algo así, como que no podía ir a trabajar porque el Director de la Mina, Mr. Prebble no quería darle labor por haberse casado con una joven española. Además, ¿no lo estimaba el Jefe de la Corta por ser un buen shaftman? Pero, claro, este no podía oponerse al superior. Insistía en que nada tenía que ver lo que expresaba el papel con la causa real de su no readmisión en la Compañía, aunque él a nadie explicó que decía lo escrito.

En un estado en el que apenas se sostenía en pié, se dirigía al Tani, (parecía que era quien mejor lo entendía, posiblemente por sus habituales visitas al establecimiento de bebidas) apostillando, tan pronto tuviese oportunidad, hablaría con Mr. Hugh Matheson, que era el manda más de la Mina y le expondría la injusticia cometida con él. No en vano, era paisano que además de haber sido quien lo contrató en Edimburgo para trabajar en Rio Tinto, poseía un fuerte sentido de la protección hacia sus compatriotas.

Lo había visto, junto al Rey, en la visita que éste había hecho últimamente a la Mina, pero no consideró el momento oportuno para abordarlo. Demasiados caballeros trajeados y muchos militares con medallas y bandas componían el séquito entonces. Tampoco la Guardia Civil ni los Guardiñas de la Compañía hubiesen permitido se acercase.

Cuando más acalorada era su exposición, entraron en la panilla dos guardiñas de la Compañía, armados con tercerolas y pillaron al escocés, cada uno por un brazo y se lo llevaron a la estación de El Coso. Dicen que, sin más explicaciones, lo metieron en el tren que salía para Huelva.


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