18 de febrero de 2010

El conde (XXI)

Autor: un gran amigo.

Sin dar públicamente la cara, en ninguna de las reuniones que se celebraban entre los años 1886/87,con más o menos frecuencia, principalmente en Zalamea por los terratenientes opuestos al método de la RTCL para la obtención de sus productos, Alicia nunca se significó en ninguno de ellos, entre otras cosas, porque en una sociedad, machista, sin paliativos, no se hubiese consentido una femenina intervención que, tal vez, en algún momento, podría haber sido algo más brillante que la de cualquiera de los concurrentes.

Pero, aún así, parte interesada como el que más, ejerció su influencia de manera prudente pero eficaz. Cierto que su nombre no figuraba como firmante del manifiesto publicado por los 5 propietarios de la provincia, dos de los cuales eran de Zalamea, titulado: “LAS CALCINACIONES AL AIRE LIBRE EN LA PROVINCIA DE HUELVA”, pero no lo era menos la buena amistad que de siempre mantuvo su familia con uno de los signantes, Francisco Serrano, hermano a su vez, del líder terrateniente, José L. Serrano.

Por otro lado, sus movimientos en dicho tema eran subrepticiamente adoptados, toda vez que el titular de la hacienda, aunque inhibido de todo lo tocante a ella, era su hermano “El conde”.

Nunca se pudo probar, pero pasado algún tiempo, uno de los informadores de la Compañía, guardiña, para más señas, aseguraba veía entrar en la vieja casona que el conde tenía en la mismísima villa de Zalamea, a un patilludo joven, con poblada y bien cuidada barba, vistiendo traje de pana, color miel y recias botas valverdeñas, que aún viviendo en la Mina, se desplazaba regularmente a determinados pueblos de los alrededores montando una jaca torda que llamaban “la cuñá”.

Aquél funcionario de la RTCL, siempre celoso de sus deberes laborales, había hecho sus oportunas pesquisas, con el resultado de concluir que el tal visitante era conocido en la Mina con el nombre de Tornet, ó algo parecido. Concluía, en sus averiguaciones, se trataba de un cubano anarquista expulsado por las autoridades de la isla por connivencias con los manises. No satisfecho con semejante castigo, decía el guardiña, que durante dos meses del año1887, estuvo detenido en la cárcel de Valverde por ser propagandista y vendedor del periódico anarquista “EL PRODUCTOR”. ¿Qué motivaban sus inocentes y puntuales visitas a la casa zalameña?

Para el pagado informante, estaba claro deducir, se trataba de un insólito contubernio, llevado a cabo por terratenientes, cabecillas revolucionarios y descontentos de todo tipo, contra la muy honorable Compañía de Minas de Rio Tinto, su empleadora.

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