7 de marzo de 2010

El conde (XXII)

Autor: un gran amigo.

¡Cuánto le habría gustado al celoso guardiña, fisgonear dentro de la vieja casona de Zalamea y empaparse de lo que allí se cocía!

De haber ocurrido lo que tanto él anhelaba, su sorpresa habría sido mayúscula. pues en la estancia principal, utilizada exclusivamente por “el conde”, sólo hubiese podido escuchar los pausados pasos del inquilino , deteniéndose de vez en cuando, para repasar los “Cantares gallegos”, de Rosalía de Castro ó “La fontana de oro”, de Benito Pérez Galdós.

Otra cosa muy diferente hubiese sido si su celo le hubiese estimulado el olfato de entrenado mastín y, con suerte, rastrear el motivo de las sospechosas visitas del cubano Tornet, nada que ver con la persona de “el conde”, aunque sí con su entorno familiar.

Quizás, habría comprendido la extraña alianza que, sólo ocasionalmente, se fraguaba entre el irredento anarquista y caciquiles terratenientes, amenazados en sus diferentes intereses por quienes consideraban –y de hecho tenían- por enemigo común.

De cierta forma el maridaje de ambas posiciones, cuyo estandarte ostentaba la Liga anti-humos de Huelva, obtuvo ya entrado Enero de 1888, que el ayuntamiento de Calañas prohibiese las calcinaciones a partir del día 20 de dicho mes. Le siguió el de Zalamea, junto a otros municipios de la zona minera, a excepción de los Nerva y Rio Tinto.

A la vez que una comisión visitaba a éste último, solicitándole se adhiriese, Tornet aceleraba los preparativos para una huelga general que asestara un duro golpe a la Compañía y persiguiendo la finalidad de realzar su prestigio en la organización anarquista.

Alicia, ladinamente, estaba dando cobertura al dirigente cubano, muy a las espaldas de su alelado hermano quien, en esos precisos días, se centraba en “El caballero de las botas azules” y “Follas novas” de su idealizada gallega, Rosalía.

El primer dia de febrero, de regreso de Rio Tinto, llegaba a la hacienda, visiblemente alterado Román que, nada más llevadas a cuadra las mulas, se apresuró a darle las más recientes noticias que había conseguido en la mina, como de costumbre, a su ama.

Su inquietud estaba justificada por la efervescencia encontrada en las calles y plazas del poblado minero, donde se había declarado una huelga secundada por los obreros de los departamentos de Calcinación, Tráfico y San Dionisio, a excepción de 30 individuos, llamados “esquiroles” que, acudieron a los tajos escoltados por efectivos de la Benemérita y guardas de la Compañía. Según sus propias palabras el ambiente era muy “levantisco”. (?)

Entre complacida y preocupada, Alicia escuchó los pormenores del mozo que incluían el comentario de un amigo y compañero en el mercado, asegurando habían llegado ese mismo día en el tren-correo, 35 números de la Guardia Civil para reforzar a la guarnición de 10 asignados al Cuartel del puesto, esperándose acontecimientos para el siguiente día.

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