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Miraba desde arriba. Su ojo derecho, su creación predilecta, su imagen y semejanza se iba pudriendo lentamente al principio, con un ritmo acelerado finalmente. La desolación, la angustia y la desesperanza le invadían su interior (infinito por otro lado). ¿Cómo era posible que no aprendieran? ¿Por qué el afán de esas criaturas es la autodestrucción? ¿Y la idolatrada inteligencia? ¿Y el instinto de supervivencia?
¿Por qué su entramado social, sus relaciones, generan desigualdad? Es falso eso de que primero creó al hombre y después a la mujer. Es falso lo de las jerarquías. Los quería a todos por igual. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha hecho mal?
No veía otra salida. Dos mil años después manda de nuevo a su hijo para guiarlos por el camino de la salvación. Para indicarles, con señales luminosas si fuera necesario, como se llegaba al bien, a la justicia, a la igualdad, a la esperanza, a la paz, a la carcajada.
Pero su dolor se hace insoportable cuando su hijo, su amado hijo, después de entrar en un McDonald´s, invierte en bolsa, especula con unos pisos veraniegos y entra en política. Su alma de hombre le ha traicionado. Al observar como miente y como se deja engañar, aún a sabiendas que lo hacen, deja de luchar y sufrir por su obra más deseada y odiada. Desde ese momento tiene siempre presente la frase de Hobbes, uno de ellos: “El hombre es un lobo para el hombre”.
Imagen: http://gonzalezsanchez.wordpress.com/
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