Los años que
transcurren de 1908 a 1927 es el tiempo del Virrey de Huelva. Soberano sin
corona, pero con todo su poder. Un auténtico monarca déspota, autoritario y que
gustaba de trabajar sin ayuda. Con fama de jinete experto y protegido por su
rifle Winchester, su guardaespaldas, el revólver mexicano y,
casualidades, por una automática con su apellido.
Mucho se ha
hablado de Walter Browning, hombre enérgico, apodado “El Terremoto”
por los españoles y británicos que convivieron con él. Amigo de Fielding,
presidente de la Rio Tinto Company, ocupó el cargo de director general de la
Mazapil Copper Company, antes de aterrizar con su arrolladora personalidad,
moldeada en su pasado como buscador de oro en México, en las minas de Riotinto.
Allí, indica David Avery en “Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria”
en la página 254: “…en los montes mexicanos probó a Walter Browning su
capacidad de resistir hasta el límite, soportando con éxito una existencia
solitaria con sus dificultades y peligros (…) Este proceso desarrolló en él una
capacidad para pensar y actuar simultáneamente, así como un alto grado de
confianza en sí mismo; características éstas que le acompañarían durante el
resto de su vida”.
Esta
característica se reflejó inmediatamente con la dirección de las operaciones de
rescate de los primeros accidentes y derrumbes. Esa misma actitud mostró en “la
catástrofe más espantosa…que jamás ocurriera en la historia de las minas” (Op.
Cit. Pág. 257) en el accidente del pozo Alicia, estudiado por Pedro Real Valdés
en su recomendada obra “Desastre del Pozo Alicia, 80 años después”,
Diputación de Huelva, 1995.
Pero este hecho
nos habla no sólo de su arrojo, de su fortaleza, sino, sobre todo del odio que
despertaba en los mineros por ser un arrogante autócrata. No quedaban ya en
Riotinto campesinos adscritos a la tierra manejados por ricos terratenientes,
pero los obreros soportaban las órdenes del director general como si de su
cacique se tratara. En momentos de “elecciones” publicaba un "Ordeno y Mando" con
el listado de las personas que debían ser elegidas. Varios atentados sufrió,
saliendo de todos ellos ileso y por supuesto, en un centro de movimiento obrero
como eran las minas de Riotinto, también algunas manifestaciones y huelgas, superadas
con mano dura y sometidas por el hambre. Especialmente duras fueron las de
1913, para la que aconsejamos la obra de Juan Manuel Pérez López “La huelga
de 1913 en Rio Tinto. Como paradigma de acción colectiva desde los órganos de
representación obrera”, ADR Cuenca Minera de Riotinto, 2007 y la de 1920,
en la cuál cientos de niños se vieron obligados a “exiliarse” y refugiarse en
hogares obreros de Huelva, Sevilla o Madrid para poder alimentarse.
Poco importaba.
Como muestra Cobos Wilkins en “La Huelva Británica”, Mr. Browning:
“Estaba dispuesto a hacer rentable la mina para la Rio Tinto Company Limited a
costa de lo que fuese”. De esa manera, cierto es también que bajo su “reinado”
aumentó la productividad de las minas, Corta Atalaya se convirtió en una de las
más importantes del mundo (las palas de vapor que la excavaron se compraron a
los constructores del canal de Panamá) y se introdujo la electricidad a gran
escala.
Pero todo tiene
su fin. El jacobino de este monarca fue Auckland Geddes, nuevo presidente de la
empresa británica, que en 1927 descubrió que su vida palaciega había sido sufragada por la Compañía. En agosto de ese año, encontrándose en Cornualles,
se le pide que dimita y que no vuelva a las minas. Además, se le informaba que
la casa de Los Frailes regalada a su segunda esposa, pasaba a manos de la RTCL,
siendo prontamente arrasada. Aunque volvió a Andalucía para crear una empresa
de cultivos de arroz cerca de Sevilla que fracasó, nunca volvió a pisar las
minas que adoró y dominó. Finalmente murió en Kent en 1943.
David Avery,
(quizás por su profesión) comenta que se le recuerda en Riotinto con admiración
y respeto. Con los estudios más recientes, se le deben añadir, además, los
conceptos de miedo y dolor.
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