27 de noviembre de 2012

El premio

Angustiado por el presente inesperado e injusto que te tocó vivir, caminas cabizbajo, pensativo, sin percibir ya el ruido que te envuelve. Cansado, apunto de rendirte, escuchas el saludo educado que un desconocido acaba de dedicarte. De pie, paralizado, agradeces el gesto que te despierta y te permite mostrar la primera sonrisa de la semana. Con ella, vuelves a recordar que tu estantería está llena de premios que no pueden ser olvidados y que merecen ser constantemente buscados, luchados y, de nuevo, merecidos. De mejor humor, vuelves a disfrutar


el premio  del abrazo cálido que protege.
El premio del abrazo frío que da respuestas.
El premio de la sonrisa sociable.
Y el de la carcajada sanadora.
El premio de la mirada furtiva que estremece.
El premio de la mirada fija y clara.
El premio de la conversación sincera.
El premio de la charla cubierta de mentiras que te hace madurar.
El premio del amor, de la sinceridad, de la confianza. Y de todo lo contrario.
El premio de la almohada: la compartida y la egoísta.
El premio del dormir y del despertar.
El premio  de la amistad eterna.
El premio de la amistad que va y viene; y la que se va y no vuelve de manera natural.
El premio del amigo no buscado.
El premio de ser un rey y a la vez plebeyo. Siempre ciudadano.
El premio del ego derrotado.
El premio del ego vencedor.
El premio del libro que no olvidarás y los que olvidas feliz de haberlos conocido.
El premio del papiro, el pergamino, el papel, la imprenta o internet.
El premio de Benedetti y su sensibilidad.
El premio de la historia que emociona y de la emocionante Historia.
El premio del encuentro.
El premio del adiós.
El premio de la soledad y el silencio.
El premio del ruido y la compañía.
El premio del lenguaje no verbal. Y de verbalizar los afectos (y los odios).
El premio del “yo”.
El premio del “nosotros”.
El premio de tu tierra.
El premio de la aventura.
El premio de la tranquilidad. ¿Y la novedad?
El premio de la independencia y la familia que te espera.
El premio de los padres.
El premio de los hermanos y de sus hijos.
El premio del grito que da fuerzas.
El premio de los ojos llorosos que te hacen valiente.
El premio de lo desconocido, y por supuesto, de lo conocido.
El premio de la imaginación que nos hace volar.
El premio de los vuelos que nos dejan soñar.
El premio de los sueños: los que se cumplen y los que siguen siendo objetivos.
El premio de lo inesperado.
Y lo que esperas con anhelo y te saluda.
El premio de tener las puertas abiertas y si lo necesitas, poderlas cerrar.
El premio de seguir disfrutando de la belleza en todos sus sentidos.
El premio del enfado que te espabila.
El premio del espabilado que te enfada y lo superas.
El premio de estar por encima del bien o del mal.
El premio de ser el bien, y otras muchas, el mal.
El premio de la imperfección.
El premio de poder expresarte con libertad y luchar por tu verdad.
El premio de callarte cuando sea necesario.
El premio de golpear y, ya lo sabes, de recibir.
El premio del verde andaluz y esperanza.
El premio del azul onubense.
El premio del rojo mío.
 El premio de la voluntad, del querer, del superarse, del “aquí estoy”.
El premio del último beso.

El premio del paraguas.
El premio de llover y, como me enseñaron, siempre, siempre, siempre, escampar.

Muchos premios más hay, pero ya me entendiste.  

5 comentarios:

  1. Maravilloso, siempre es un premio poder leerte Juanma. Besos. Manme

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  2. Gracias Manme. Espero poder tener el premio de leerte pronto, aunque me basta con verte y escucharte.

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  3. El premio de un regalo, como el que, sin quererlo,me has hecho con estas lineas. Espectacular. Un abrazo. Álvaro Z.

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  4. ¡Muchas gracias Álvaro! Es una alegría que este texto te haya servido para algo, aunque sólo sea para recordar la gran cantidad de trofeos que has ganado ya.
    Utiliza Cronocracia para lo que quieras y cuando quieras.
    Un abrazo.

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  5. EL PREMIO…?

    ¿Sabes, Soledad?...Con frecuencia compruebo la rapidez del paso de nuestro tiempo –(Sí, el mío y también tuyo, al ser mi sombra)- que cicateramente nos concede poca tregua para asomarnos a ventanas que abren de par en par sus transparentes cristaleras incitándonos a fisgonear la interioridad de habitaciones aireadas con aromática fragancia delatora de la fina sensibilidad de sus moradores.

    A menudo mi, -nuestra,- curiosidad, se ve limitada por asumidas obligaciones de
    imprescindibles “deberes filiales y domésticos”, siendo dique que pone contención a inclinaciones tan humanas. (Se que, igualmente tú la sientes. ¡No lo niegues, cotilla¡)
    Hoy he hecho un quiebro a la rutina, consiguiendo echar un corto vistazo a ese amplio y complejo medio que es Facebook. Aunque mi catarata avanzaba con lentitud por los diferentes post allí colgados, no creas que fui ajeno a tu tentación al detenerte más de la cuenta en ligeritas de ropa y procaces fotos de jóvenes chavalas a las que ya quisieras parecerte..
    Debo reconocer que, aún sugestivas ellas, quedé impactado ¿tú, no? por la fotografía de ese pastor alemán dormitando en la misma cama de un pequeño –al parecer, en un Hospital- ambos gozando de una paz que, el can al despertar, no tengo dudas es merecedor de “El premio de la amistad eterna”. recompensa, muy acertada, de las enumeradas por nuestro amigo Juanma Gemio en su post “El Premio ”, detallado en el blog Cronocracia.

    Pero ¡claro¡, ya veo asientes, con tu plateada cabeza, que ese premio no sería adjudicado sólo al pastor. ¡Llevas razón.¡
    Y es que el inicial shock mutó a natural comprensión cuando, algo más pausada la lectura, reparé en que la promotora de la “colgadura” era nuestra paisana y conocida amiga Mari Carmen Banda. Fue entonces, la ocasión de sentir orgullo por contar con la amistad de quien, a su vez, demuestra y reparte amor, por igual, entre personas y seres que, si no fueron dotados de humana inteligencia, el Creador les concedió condiciones, diferenciadas, pero de enorme hermosura. ¿Serías tan torpe, -querida Soledad- de no haber observado, en nuestras visitas, el trato que dispensaba a su dócil perrillo y la paciencia derrochada con las golondrinas, colonizadoras del pórtico de su vivienda, a pesar de las “gracias” que dejaban caer de la tolerada anidación?.
    Estoy seguro, amiga mía, que en la noble cabeza del pastor alemán bulle la idea de solicitar, con insistentes ladridos, tanto para Mari Carmen, como para Jesús Chaparro (paladín de la Cruz Roja Animal, en Rio Tinto -dicho sea con la mejor intención-) .el “Premio del abrazo cálido que protege”, con permiso de Juanma Gemio.
    Mi voto y, supongo que el tuyo, ya lo tiene.

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