Estimado amigo:
¿Por qué nunca me has abandonado?
Si hace tanto que no te llamo, ¿por qué sigues ahí?
Con tu media sonrisa, tus ojos
abiertos y tu ancha espalda, fuiste un amigo alegre, generoso, educador y
educado, sosegado, revolucionario y, ante todo, necesario. Muchos te veían –y
lo siguen haciendo hoy- como alguien triste, melancólico y ejemplo del pasado
más remoto. Pero yo, amigo Silencio, siempre te encontré para expresarte lo
positivo; vomitarte lo negativo.
Ayer te recordé con añoranza,
analizando todas las respuestas que me regalaste sin pedir nada a cambio. Algunas
acertadas, otras erradas, pero todas con la mejor intención: protegerme del
ruido, ese que amordaza lo verdadero, que esconde la autenticidad. Y te
recordé, inesperadamente, justo cuando más estrépito había a mi alrededor. Múltiples
sonidos, hijos de su época, su tiempo, su tecnología me golpeaban; sonidos que
traen corruptas noticias que confirman que los de abajo perdemos y los de
arriba, ineptos, incultos, irresponsables, sinvergüenzas y caraduras, ladrones,
golfos y casposos, ganan; sonidos personales e individuales causados por mi
ausencia de negativas, mi concentración desconcentrada, mi otro yo poderoso que
me aleja de ti.
Y te recordé gracias a una ligera
llamada a la puerta.
-Toc, toc.
Una llamada suave, dulce, como sólo
hacen los que, de verdad, te ofrecen su cultura, su sabiduría, su corazón, su
alma. Cuando observé quien era, sonriente, la dejé pasar.
Charlando, entre infusiones,
generosa como es su naturaleza, comentó lo aprendido en su última lectura: “El
tiempo envejece deprisa”.
-“En ella- dijo- se reflexiona
sobre el arte de la nefelomancia: adivinar el futuro observando la forma de las
nubes. Para comprender lo que dicen tienes que atraparlas antes de que el
viento las disuelva, antes de que se conviertan en cielo”.
-“También –añadió- que los
vientos acompañan la vida. O que para entender las cosas haya que haberlas
tocado con las manos. O que los sueños no se oxidan ni tampoco las emocione que
los acompañan”.
Reflexiones todas que retumban en
mi interior y que, milagrosamente, han callado las voces que sobran y han hecho
que te busque de nuevo, querido amigo, para despacio, vuelva a ordenarme y
consiga, otra vez, valorar sólo lo que importa: la auténtica familia, los amigos
verdaderos, el amor definitivo, la conversación madura, el abrazo en la
escalera, la risa compartida, el sueño inoxidable.
Elementos que atrapé, atrapo y
atraparé antes de que le viento (amigo y enemigo) las disuelva.
Toc toc. El silencio tras la mirilla. Oculta. Prudente. Amorosa. Eterna. Agua de pozo que abraza.
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