Vivir en Minas de Riotinto es hacerlo en un pueblo que mezcla la cultura británica con la andaluza; el clasismo que se expresa en inglés –pero también en español- con la lucha obrera; el té de las cinco con el café de la mañana; el whisky escocés con el aguardiente más nuestro.
Vivir en Minas de Riotinto es hacerlo en un lugar arquitectónicamente joven y poco común, con una buscada y visible jerarquía social, hija de la laboral. Es hacerlo en la alejada –hoy, por fin, unida- Bellavista, barrio orgulloso y orgullo de los que somos de aquí, con su histórico Club Inglés, su dormida Casa Consejo, su monumento a los caídos en la I Primera Guerra Mundial, su dulce y tímida Capilla Presbiteriana y sus miles de secretos por dar a conocer. Pero también es hacerlo en El Alto luchador, guerrero, revolucionario, que lleva años gritando para que lo escuchemos y que desde su interior está saliendo de su injusta agonía; o en El Valle ordenado, trabajador, comercial que muestra las huellas de sus cien años que han parecido mil; o en barrios conocidos por los profesionales que originalmente lo habitaban; o con nombres de personajes ilustres y de añorados pueblos y aldeas.
Nombres de aldeas ferroviarias como Naya o Estación de Enmedio; aldeas situadas en el mismo corazón de La Tierra como Atalaya. Hoy, Riotinto es también una aldea vivida y querida como La Dehesa.
Vivir en Minas de Riotinto es hacerlo junto a Cerro Colorado o Corta Atalaya (nuestra Torre Eiffel, nuestra pirámide de Keops). Es tener la suerte de contemplar estas “Catedrales de los Esfuerzos” y quedarte paralizado, emocionado, altivo, presumido, con el pecho hinchado de chouvinismo, no siempre negativo.
Vivir en Minas de Riotinto es hacerlo junto al río más especial del mundo: un río de otro planeta. Rojo como los apasionados hombres y mujeres (o al revés) que han vivido, viven y vivirán aquí.
Vivir en Minas de Riotinto es hacerlo donde lo hicieron Hugh Matheson, Walter Browning, Felix Lunar, Egocheaga, el Padre Gil Varón, Gregorio García Cardoso o el fogonero anónimo; donde lo hacen Pedro Real Valdés (aunque menos de lo que él quisiera), Fernando Durán o Alfredo Bolaños; y también mi familia – y tu familia-, mis amigos –y tus amigos- tú y yo.
Vivir en Minas de Riotinto es hacerlo en la tierra de la pirita, la calcopirita, el hierro o el gossan. Es hacerlo en el lugar que todo el mundo conoce, en el que muchos se enriquecieron (y algunos pocos se empobrecieron); en el lugar donde la cultura siempre se sintió querida y respetada.
Vivir en Minas de Riotinto es hacerlo en la entrada de los deportes británicos en la Península Ibérica. Es hacerlo en la Cuna del Fútbol.
Y nosotros, que tenemos la suerte de vivir en este lugar único, llevamos años soñando y preparándonos para mostrar cada rincón de su urbanismo, cada detalle de su entorno, cada secreto de su historia, cada característica de su geología. Con esa intención, con ese deseo nace Fieldwork RIOTINTO (siempre en mayúsculas): una nueva empresa turística producto del cariño a esta localidad, del anhelo por dar a conocer lo que tú, riotinteño/a, has creado aquí.
Poco a poco, con paciencia, con tu segura ayuda y con la oferta turística ya existente, seguro que lograremos nuestros objetivos, que no son más que los tuyos propios: conseguir que todos los que pisen nuestra tierra digan con orgullo: “Yo he estado en Minas de Riotinto”.
Nada nos haría más feliz.
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