4 de octubre de 2013

El mito de la lavandería


 -Son 12, 60 monedas de estaño –dijo mecánicamente, sin entusiasmo ni pasión, mientras observa el último anuncio publicitario que ha contratado en televisión.

Apoyado en la barra de la lavandería “Prometeo”, odiaba cada momento, cada gesto, cada palabra que pronunciaba, cada trabajo que terminaba. Odiaba hasta el nombre del establecimiento. Un odio que emergía desde lo más profundo de su ser, de las entrañas de un dios que casi había dejado de serlo. Estaba cansado de lavar, cansado de que los usuarios se multiplicaran a cada segundo. Cansado de la eternidad.

Anhelaba ser un cliente más y utilizar los servicios que la lavandería ofrecía, para así ser perdonado por su padre y dejar ese castigo cruel, humillante, infinito.

Hijo de Zeus y Pandora, deseó el poder absoluto de su padre. Había luchado por la supremacía de los dioses, el dominio del Olimpo. Derrotado, fue condenado a vivir como un humano y eliminar los sentimientos negativos en la humanidad.

-¡Seres insignificantes, caducos, miedosos! Qué rápido finalizaría todo si me permitieras utilizar mi divinidad. Qué fácil sería si no es porque me exiges que los convenza, los adule, los anime al cambio sin eliminar su voluntad individual -masculla entre dientes mientras los observa.

Las palabras de su padre resonaban en su mente una y otra vez, como un martillo al golpear el acero: “No volverás hasta que hayas completado tu cometido”. Mientras tanto, continuaría en una lavandería que no para de crecer; permanecería, solo, en un lugar cada vez más oscuro, tenebroso, ruidoso e interesado. Un mundo donde por más que lo intente, Caín es el rey, el modelo a seguir.

Él creó esos sentimientos, esa mentalidad, esa manera de entender la existencia y él debía acabar con ellos. En esa lavandería tenía como objetivo suprimir la verdadera suciedad del hombre, la genuina, la propia, la natural. Como Sísifo en su lucha constante con la roca y la cima, luchaba contra la realidad perenne, a sabiendas de su fracaso diario.

Su condena: lavar el egoísmo, la ambición, la maldad, la incomprensión, la desigualdad, el desinterés, las interpretaciones, la mentira, la pereza, la falta de empatía, las miradas de reojo.

Un objetivo que ya sabe, jamás alcanzará.

- Son 12, 60 monedas de estaño – dijo mecánicamente, sin entusiasmo ni pasión.


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