14 de agosto de 2014

El Termómetro



Relatos centrados en "Agosto".

Autora: WW

- Papá entra por abajo, por favor, por el cuartel, vamos a ver que hay puesto ya– se escuchaba en el coche a coro. 

- Ya os lo he dicho, ayer cuando pasé solo estaba puesto el escenario y las hileras de bombillas. 

Mi padre, complaciente, nos daba una vuelta por el pueblo y nos pegábamos a las ventanillas para ver las novedades que este año nos depararía San Roque. Íbamos diciendo todo lo que veíamos, este año han traído más cacharritos, ese es nuevo; mira ya está el puesto del coco; pues el del bingo no está, pues es muy raro, nunca falla…dábamos la vuelta al Minero y al pasar por la parada iba más despacito para ver los carteles…esa orquesta es muy buena, “24 Quilates”, vino el año pasado.

Esperábamos ansiosos que el programa de fiestas estuviera ya en casa, mi abuela siempre decía que a ver si se confundían y dejaban dos, para poder mandarle uno a su hermana a Barcelona. 

Mi madre en su primer intento de organización preguntaba a qué día estábamos. Era un doce de Agosto de mil novecientos noventa y tres.  Entonces, ¿qué día será la fiesta local? Que encargué tomates del terreno y a ver si se me va a pasar. También habrá que comprar pan doble…o triple. 

Mañana llegaría mi tío, y a ver qué precio tendría el Trofeo Minero, él todos los años se quejaba pero nos sacaba el bono. ¡Tres niños y un jubilado! ¡Y a esta niña no la llevo más a ver un partido! Esa era su gustosa retahíla.

- Tenía que ganar El Campillo-  decía mi padre para escuchar a mis hermanos. 

- ¡Riootintoo, Riootintoo!- cantábamos en la parte de atrás del coche. Hasta que no veíamos reírse a mi padre por el espejo retrovisor no parábamos, el se rendía y nosotros aplaudíamos.

- Mamá, ¿sabes qué se me ha olvidado? Una rebeca. Al final siempre me da frío. Me volví hacia mis hermanos, entre seria y triunfal para decirles: este año me ha dicho papá que me puedo quedar con ellos hasta la diana.

Misma fecha. Mismas conversaciones. Mismas escenas. Mi madre volvería a colgar los vestidos de la puerta del armario ya planchados. Mi padre alguna noche tendría que trabajar porque estaba de relevo. Mi abuela compraría dos cajitas de Playmobil y una de PinyPon. Me montaría en los coches topes con mi primo y llevaríamos una cuenta perfecta de los refrescos bebidos por noche. Mis hermanos llorarían a la hora de recogida.

- Ya estamos llegando a casa. Bueno, parece que todo sigue igual. Otro año más - añadió mi madre contrariada, aquí empezaba su cuenta atrás para volver al trabajo.

- ¡No, mira mamá!- replicó mi hermano ilusionado. Ahí han puesto un termómetro nuevo. Treinta cuatro grados. Las seis y diez. ¡Justo para ir a los Gigantes y Cabezudos!

- Niño, ¿has ido a recoger los pases para la Caseta?

Y aquí, en el coche, había empezado San Roque.



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