¡Buenas tardes, Riotinto!
Aquí tienes a un
picapiedra, un bebé, un periodista, una embarazada, un albañil, una bailarina,
un dormilón, una corista, una gitana, una brasileña, un muñeco, un relojero, un
prejubilado, un callejero, un siamés, una fantasía, un fenicio, un
campanillero, un tenista, un malapata, un gurumelero, un gossaman, un payaso,
un señor mojino, una estrellita, un cavernícola, un controlador y este año, un
mojino 2.0.
Ante vosotros, un
riotinteño feliz, nervioso, emocionado, que sabe que el honor de pregonar
nuestro carnaval viene antes de tiempo. Un carnaval que tenían que haber
pregonado antes que yo muchas personas, entre las que se encuentran, por
ejemplo, Lorena y Rocío Bermúdez, mi cuñado Alberto o mi hermano Grego y sus 16
carnavales en estas tablas.
Personas que están
conmigo desde siempre y que fueron los primeros que me explicaron qué es el
carnaval. Me lo decían una y otra vez en esos tiempos en los que yo lo veía
absurdo. No entendía qué necesidad tenían de disfrazarse de Mari Popins, de
circo, de jardinero o de banquero. Ensayar cuatro meses para subirse a un
escenario a cantar, criticar, parodiar…delante de centenares de personas que
podían aplaudir o no, reírse o no, compartir sus críticas o no. Exponerse al
escrutinio del pueblo vestido con ropas llamativas es, piénsenlo, lo más absurdo
del mundo. O eso creía.
El cambio llegó cuando
mi cuñado, mi hermano y el resto de los Pitijopos se disfrazaron de tortugas
ninjas. Fue la primera vez que quise disfrazarme, quería pintarme la cara de
verde, quería ser otro, o al menos interpretar a otro. Esa chirigota gustó
mucho ese año y yo, enamorado del disfraz, además veía que disfrutaban en el
escenario y las caras de los presentes en el teatro cambiaban también a mejor.
Ante la pregunta ¿para qué sirve el carnaval?, aquí
tienen la primera respuesta: para ser y hacer felices a los demás. Para regalar
una sonrisa al que lo necesita, para reírte con tus compañeros, para que olvidemos
por un momento los inconvenientes del día a día.
Esto de pregonar el
carnaval de Riotinto no me nubla la vista. Sé que no estaría disfrutando este
momento si no es por esos de los que antes hablaba y en casa cantaban los
pasodobles de Cádiz y los estribillos de Riotinto y seguían una tradición que
empezaron otros grupos algunos años antes: la Unión, el Mortuorio, la Coral, el
Chasca. Tampoco estaría hablándole a mi pueblo si no es por mi chirigota; si no
es por las personas que forman mi chirigota. Por esa razón, he querido que lo
primero que se escuchara de este pregón fuera una copla nuestra, cantada por
todos, porque esto es tan mío como suyo. Tan mío como de los primeros que en
Riotinto cantaron carnaval. Yo sólo soy uno más.
¿Para
qué sirve el carnaval? Para hacer pueblo, para crear
comunidad, para recordar nuestros orígenes y convencernos que compartimos un
suelo muy especial, porque este pueblo es muy especial. Piropo, historia y
carnaval van de la mano.
Por eso, para
demostrarlo, Lorena y Rocío Bermúdez van a cantar un pasodoble de Los Mariachis
de 1984. Este pasodoble es un piropo, una realidad y una vuelta a nuestros
orígenes carnavaleros. ¡Qué no se olvide!
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