Juguemos a imaginar.
Imaginemos la España del siglo XIX. Un país que ha perdido su hegemonía mundial, con una gran inestabilidad política y una crisis económica agravada con la Guerra de la Independencia y multiplicada con las Guerras Carlistas y la pérdida de la últimas colonias.
Imaginemos que para superar los problemas monetarios, en 1873 el Estado pone a subasta una de sus zonas más ricas, territorio sureño y minero. Y un consorcio británico adquiere el suelo y el subsuelo a perpetuidad por unos 90 millones de pesetas, al cambio millones de euros que amortizan rápidamente.
Imaginemos que parte de esa antigua España colonizadora se transforma en una colonia, conocida como la “Gibraltar económica”, donde además de los avances y novedades de la Revolución Industrial, con el ferrocarril como referente, y el trabajo duro, precario y manual del minero, llega y triunfa una nueva cultura. Una cultura en inglés, de arquitectura victoriana, té a las cinco y deportes extraños: tennis, squasch, golf, polo, cricket y foot-ball.
Imaginemos que un domingo cualquiera, un minero, después de 12 horas de trabajo, con el torso desnudo, sus pantalones de lonas, su casco de cartón-piedra, alimentado por pan, cebolla y melón o naranja se dirige a su casa (propiedad de la empresa, como casi todo) para un merecido descanso y en una pequeña parada para tomar su correspondiente manguara, observa como en los llanos del pueblo, varios británicos en calzón, pañuelos en la cabeza y botas corren detrás de una pelota para introducirla en un rectángulo. Y cuando lo hacen, sobrepasando a otro hombre (el único que puede coger la pelota con las manos) y una línea trazada en el marco, se abrazan, se besan, sonríen y gritan “Goal”.
Imaginemos que a esos británicos les gustaba comentar en las tascas españolas las características y anécdotas habituales del juego y a ese observador minero le parece desde el principio un juego muy atractivo, mucho más que los técnicos, sofisticados y glamorosos tennis o golf. Y además, ¡no necesitan ningún instrumento para jugar, sólo una pelota!
Imaginemos que desde el primer momento ese juego rudo llamado “foot-ball” obtiene éxito desde un primer momento y para complacer a sus trabajadores la empresa británica decide organizar en agosto de 1873, en las fiestas patronales del pueblo, un partido público entre ellos.
Imaginemos que a partir de ese momento, en las mañanas de los sábados, los británicos se unían con los mineros formando dos equipos.
Imaginemos que con una velocidad sorprendente, desde esa cuna minera, donde se le cuida, se le alimenta y se le mima, ese juego emigra a todos los rincones de España, transformándose en un deporte de masas, que practican y observan millones de personas.
Esa es parte de la historia de la “Riotinto Company Limited”; esa es parte de la historia del pueblo de Riotinto. Aquí, no lo tendrá que imaginar. Todo es real, no un sueño.
Nota: Tanto la foto (tomada del documental "El nacimiento de una pasión") como el mismo artículo lo encontrará en el blog amigo pbcunadelfutbol.blogspot.com
Me encanta dejar que vuele la imaginación... pero si en ese ejercicio uno tiene la ayuda de un "experto piloto", como el amigo Juanma, el panorama, desde lo alto, se hace placentero y hasta muy corto.
ResponderEliminar!Me pido pasaje para el próximo vuelo¡
Siempre tendrás un asiento reservado. ¡Muchas gracias por acompañarme!
ResponderEliminarProfundo y a la vez comprometido. Me encanta la gente que se compromete con su propia historia y no se dedican solo a verla pasar...Espero que no dejeis de enseñarme vuestro Riotinto de una forma tan fiel como es este blog y los artículos que tiene.
ResponderEliminarEste blog es también tuyo Manuel. Tus artículos del "exterior" son fundamentales para no caer en el chauvinismo. Sabes que también tú tendrás siempre tu asiento con tu nombre y apellidos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Imaginando imaginando... imagino un comienzo más austero, menos festivo, nada cordial...
ResponderEliminarVeo a ese minero, el protagonista de esta y de todas las historias que nos han traido hasta hoy, y lo veo haciendo un alto en el camino a casa, su manguara en la mano, manguara o vino de garrafa, o sifón, o lo que le pueda fiar el de la tasca.
Está apoyado en la barra, o en la puerta que el tiempo acompaña, hablando con quien salío con él y volverá con él al siguiente turno, dentro de seis u ocho horas, y se verán aún de noche; pensando en llegar de nuevo al mismo trago.
Ellos miran al fondo, al ruido de hombres alegres, ridículos pensarán, en calzones blancos o incluso garabateados, gritando palabras innombrables, corriendo y lanzándose al suelo, llenándose de tierra; se miraran el uno al otro y comprobarán que tambien ellos llegan tiznados, de rojo, como su tierra.
Con esta imagen solo alcanzo a pensar en la gran diferencia que existe entre ambos grupos de hombres; los que llevan calzones, disfrutando de su tiempo, ejerciendo de embajadores de su tierra en horas de asueto; los que andan descalzos y atan sus pantalones con una guita, los que solo ven la luz del día en su vuelta a casa, o a la tasca.
En estas, no soy capaz de percibir una pizca de interes en ellos, casi más de rechazo. Seguro que si disfrutaran de ese tiempo no lo emplearían en correr detras de una pelota, y la suya sería de trapo, hay tantas cosas de tajo a casa que no se pararía a darle una patada a un trapo.
Cómo arraigo entonces el futbol, sería mediante la intervención, invitación, obligación de los propietarios... Serían los niños, seguro, pero en aquel Riotinto... cuando se dejaba de ser niño? con doce, con diez con ocho...
El caso es que aquí estamos, dándole patadas a un balón, deseando salir del tajo, el nuestro, a darles patadas a un balon, que no es de trapo, y con muchos trapos en nuestro cajón para elegir y echar el rato...y esto, esto tambien es gracias a ellos ¿Qué es más importante?