19 de septiembre de 2009

El conde


Como si viviera en la cueva de Platón y su mito, no conocía toda la realidad de su exterior. Perfectamente cuerdo, lector voraz, tenía pánico a la sociedad, a lo que sucedía fuera de los muros de su casa. Era su refugio, su pequeño mundo conocido.

Los libros, los sonidos, una ventana y la visita diaria de su hermana era lo único que lo mantenía informado del ritmo vital de su entorno.

Su familia nunca tuvo problemas económicos. La herencia de su abuelo, el conde de Riotinto, aún dejaba beneficios. A mediados del siglo XIX sus dominios territoriales abarcaban parte de los actuales municipios de El Berrocal, Zalamea la Real, El Campillo, bordeando Riotinto y sus minas hasta llegar a la localidad sevillana de El Madroño.

Recuerda como le fascinaba el color de ese río tan especial y le enturbiaba los cambios en los olores en sus paseos infantiles, solo o acompañado por los hijos de los campesinos que trabajaban para su familia. Nunca entendió que cuando quisieran llamarlo o que prestara atención a esa pareja de mojinos que volaban juntos, mencionaran antes de su nombre por todos conocidos, la palabra “señorito”. Por más que insistía, era una batalla perdida, ordenada desde la cúspide de su particular triángulo social. Para él, no fue más que un adjetivo, un apodo, un mote que nunca le gustó y que únicamente evitó refugiándose en su guarida.

Su padre ferviente seguidor de Carlos María Isidro, aspirante al trono español tras el fallecimiento de su hermano el rey Fernando VII, contrario a la Pragmática Sanción que dejaba sin efecto la exclusión femenina del trono real y por tanto, enemigo del gobierno de Isabel II, murió en 1848 en los estertores de la Segunda Guerra Carlista. No tiene muchos de recuerdos de él. Solo sabe que tras su fallecimiento, las decisiones importantes las tomaba su abuelo y el día a día corría a cargo de su madre.

Cuando ella murió en 1873 todo cambió. Con veintiocho años y de profesión abogado, no fue capaz de tomar el mando de sus territorios y decidir en la vida de las decenas de familias que quedaban a su cargo. Quiso huir, desaparecer, pero lo más que consiguió fue esconderse en la mejor habitación de su palacete y de allí no salir nunca jamás.

Mientras leía a José María de Larra, Rosalía de Castro, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Charles Dickens, Julio Verne, Victor Hugo o Lord Byron, su hermana se hacía cargo de una hacienda que comenzaba a desmoronarse. Le comenta que la economía del entorno ha cambiado y con ellos su influencia. Hay nuevos jefes en la comarca y no son españoles. Muchos de los que trabajaban para ellos se marchan a las minas en busca de un salario, evitando vivir del clima y huyendo de las malas cosechas. Cambian el sombrero de paja por el casco de cartón-piedra, pero no el duro trabajo diario.

Escucha los sonidos de un novedoso transporte que sustituye al burro, la mula y la carreta y al que pone imagen gracias a Dickens y Verne. Siente como la población va aumentando y le cuentan que nuevos núcleos urbanas están naciendo (otros muriendo). Llegan olores de su infancia de una forma más intensa y presencia desde su ventana nieblas amarillas, ácidas, hasta entonces desconocidas, que hacen desaparecer sus amadas encinas y alcornoques grabadas con sus iniciales.

Oye los ecos de una huelga, el viento trae olor a pólvora. Dicen que amigos-sirvientes con los que jugaba a cazar ranas y lagartijas han muerto por los disparos del ejército español reclutado por la nueva empresa extranjera. No le sorprende. Observó como su abuelo también manejaba la política local y compraba las decisiones de los gobernadores. El nuevo cacique también lo hace. Es lógico. Con el tiempo, pensará que estos días deberían formar parte de los “Episodios Nacionales” del Galdós. ¡Ay, “Trafalgar”, que le hizo volar a un pasado de gloria, honor y lealtades!

Nuevas costumbres que no respetará y nuevos nombres son los que ha de memorizar: Hugh Matheson, Egocheaga, Compañía, Geddes, Maximiliano Tornet, Sindicatos, Browning, Félix Lunar… que eternizarán y multiplicarán los conflictos tan cotidianos en España, sobre todo en el sur. ¡Pero ya no era su familia el enemigo a derribar! Era feliz así, pero pensaba a menudo en su abuelo y en el sufrimiento que se ahorró al no contemplar los cambios que se estaban llevando a cabo. Siglos de sistema feudal que se derrumban ante sus ojos, derrotados por el nuevo sistema capitalista: jefes por señores, proletarios por campesinos, empresa por familia, inversión por inmovilismo, sueldo por jornal y lucha contra poder y poder contra lucha. Esto último no cambió y no lo hará.

Su vida fue longeva y su capacidad de observación cada vez mayor. Parece que tiene mucho que contar. Espero que lo veamos.

5 comentarios:

  1. ¿Y SU NOMBRE ERA?...

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  2. ¡Yo de momento no lo sé! Lo sabremos cuando él quiera decirlo, aunque es posible que nunca nos lo diga.

    Un saludo y gracias.

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  3. Dicen que fue su hermana la que le refirió, mientras saboreaban una taza del espeso chocolate con el que tanto le gustaba desayunar, que un sirviente había visto, allá en la Mina, cruzando la calle Sanz, a un patilludo extranjero, de coloreada tez e inquisitivos ojos azules, aún cojeando tras una caida sufrida en visita a Jabugo y, en el transcurso de los días que debió guardar reposo en aquél pueblo,por el inoportuno accidente, no se separó de su Biblia y de buenos platos de jamón.Deciáse que jamás se supo cual de las dos cosas le era más grata.
    Le llamaban Don Hugo y la hermana no pudo saber gran cosa de él. Sólo que, a veces, le nombraban como Mr. Matheson y ella creía, debía ser un mote, semejante al que en Zalamea bautizaron a Ramón (El macaco)
    El sirviente añadía que, tras observar su paso desde una "panilla" de la calle, algunos guardias municipales le saludaban respetuosos y otros funcionarios que con él se cruzaban, se descubrían con presteza.
    Su negro atuendo del que sobresalía blanca camisa rematada en el cuello por anudado y sedoso pañuelo, sujeto con brillante alfiler, denotaban austera pero elegante presencia.
    Aquella hermana, cordón umbilical que le conectaba con el mundo exterior, dió por finalizada su referencia, abriendo enormemente sus párpados para exclamar:
    "Pero, fíjate, hermano: Aseguran que es
    !!PROTESTANTE¡¡ y hasta pretende abrir una Escuela para los niños de sus mineros"...
    No sé donde vamos a llegar...querido.

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  4. Tras esbozar una tímida sonrisa, con la voz tenue que le caracterizaba, sin ni siquiera mirar hacia ella, contestó a su hermana
    -Hermanita, dejemos a cada cual cargar con su fe,ya es una carga pesada en demasía para andarnos con matices,¿no crees?.
    -No sé porque me molesto siquiera en hablar contigo- profirio la dama con aire indignado, para acto seguido darle un largo sorbo a su ya tibia taza de chocolate.
    -Porque me quieres hermanita, porque me quieres-dijo mostrando sus alineados y niveos dientes.


    P.D.Ojalá algún dia se desvele su nombre.De momento ya es para mí un personaje resultón,no sólo por ser conde sino por lo que esconde(JUEGO DE PALABRAS PATROCINADO POR YOGUIPRECIOOOSIIIIII).

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  5. Ni la ingestión que daba fin a su taza de chocolate, calmó el airado estado en que se hallaba aquella mujer que había empleado su ya lejana juventud, incluso rechazando la pretensión de un guapo mozo valverdeño que, desengañado, embarcó rumbo a Filipinas para gestionar determinados embarques de tabaco, consignados al Marqués de Comillas, en la Península, no dudó a la muerte de su madre, en renunciar a la posible felicidad personal para dedicarse al hermano, algo menor, que ahora le hacía un comentario nada digerible para su acendrada fé Católica Romana.
    ¡No¡. Imposible acallar lo que era el deber de una asidua devota que asistía, diariamente, a la Parroquia de la Asunción de la muy Real Zalamea, para recibir la Sagrada Comunión, portando voluminoso Misal, rosario de doradas cuentas y tocada con clásica mantilla española de finísima blonda, ella que, invariablemente, postrada ante la imagen de San Vicente, durante horas, pedía protección para las cosechas y ganados de la hacienda y, al salir, la esperaban, pacientemente, tres o cuatro indigentes en cuyas manos depositaba la perra gorda de mugriento cobre, regresando con pía satisfacción al solariego caserón…!No se podía permitir un silencio cómplice¡ En consecuencia, de desabrida manera, espetó a su más que protegido hermano:
    ¿Cómo te atreves, ¡insensato¡ pensar que debemos dejar en paz a quienes no practican nuestra sacrosanta religión? ¡Ay¡. Suerte tienes, que nuestro querido padre (que Dios tenga en su gloria) no está aquí para escucharte. El, tan fiel a D. Carlos María Isidro y a su venerada causa, pisoteada por la Reina Cristina, esa napolitana casada morganáticamente con el guardia Muñoz, junto al infame Narváez y otros militares, tan adictos a la liberalota Isabel II …Pero, no te das cuenta, que con ese D. Hugo, llamado “el Mr. Matheson”, entrarán en estos pueblos, los P R O T E S T AN T E S, que es lo mismo que decir : “Adelante, Lucifer”…!Perdónalo, Dios mio¡
    Tras la reconvención, al apocado jurista, le tintinearon sus quevedos sobre la encarnada nariz, permaneciendo en silenciosa meditación y viendo como la larga y parda falda de su hermana, se alejaba de la estancia….

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