23 de octubre de 2009

El conde (IX)

Autor: un gran amigo.

No podríamos enmarcar a Alicia en el estereotipo de mujer paradigma de las clases adineradas del siglo XIX , si bien, no siendo totalmente coincidente con ese reducido círculo, su mentalidad tampoco estaba alejada de él.
Así que, tras la lectura de la adjudicación de las minas de Rio Tinto al grupo extranjero, su inquina se centró en el Ministro de Hacienda de aquella nefasta 1ª República al que conceptuaba como imperdonable vende-patria, el cual, de por sí y sin razón alguna, enajenó importante trozo de la nación española, disponiendo de ésta como de cortijo propio y, tratados sus habitantes, como ganado apto para feria.En su propio escalafón de la animadversión, no mejoraba posición el lugar designado al Gobierno de la Restauración. Echaba pestes del joven Rey, Alfonso XII, de quien se decía visitaría las Minas en el próximo 1882. La noticia se la debía a Román, el gañán de su granja que diariamente iba a vender la leche a la Mina… ¡Ay¡, aquel mocetón de Aroche, tan fiel a la casa, con aquella fortaleza para dominar a las mulas, atento cumplidor de las mínimas indicaciones del “ama” que, al hablar con ella, parecía acariciar con sus chispeantes ojos la entera anatomía de la mujer, desde la altiva frente, deteniéndola pausadamente sobre sus pechos y, deslizándola hasta recrearse, incluso, en los pies. Cuando de este modo conversaba con él, desde la distancia de “clase” y edad, que a sus 32 años contaba, sólo se le ocurría pensar que aquella manera de mirarla y hablar del asalariado, 6 años más joven, se debían a su “escasa educación e inferior condición social” aunque íntimamente, reservaba para sí misma, un sentimiento de femenina complacencia.
¡Dios mio¡.!Dios mio¡ Exclamaba: ¿Sería cierto que el mismísimo soberano de la Católica España. vendría a Rio Tinto a con temporalizar con extranjeros !! PROTESTANTES¡¡?

Importante novedad dejaba 1881 al ser sustituido el romántico alumbrado de gas, por el más moderno eléctrico, que comenzaba a implantarse en algunas capitales de España. En tanto languidecía el citado año, cedía paso al que se intuía como precursor de un gran evento para Rio Tinto. Román estaba en lo cierto. Pero nadie sabía cómo llegó el rumor a la Mina que, a pesar del sigilo estatal, circulaba en altas esferas de Madrid habiéndose participado, vía telegráfica, investido de noticia oficial, a la Compañía de Rio Tinto, en Londres. Nunca se supo si fue filtración del periódico “Correo de Huelva” (Su Director, D. Braulio Santamaría, persona muy próxima a la RTCL, llegaría a ser, posteriormente, Diputado Provincial ) o, tal vez, del rotativo “La Provincia” tan afín a la misma Compañía. En todo caso, la evidencia se dedujo en el pueblo al observarse el preparativo de nuevo alumbrado del que se estaba dotando al establecimiento minero, amén de los extraordinarios acondicionamientos en coches especiales del ferrocarril y encargos de manjares en Huelva y Sevilla. Difícil ocultar intercambios telefónicos ó telegráficos entre D. Ceferino Parejo, Representante de la Compañía, en Huelva y el Director en la Mina, Mr. Preebble, pues ambos sistemas de comunicación eran manejados por empleados, no siempre discretos en su labor.
De cualquier forma, no se podía diferir hacer público el acontecimiento y, así, era un hecho, en la última semana de Febrero que, S.M. el Rey, visitaría Rio Tinto el 2 de Marzo, si no surgían contratiempos. De la población se esperaba mostrase sólo adhesión y respeto al regio huésped y ….ya la Compañía, sin regatear “sacrificios pecuniarios”, se ocuparía de todo….

5 comentarios:

  1. Habían transcurrido casi tres semanas, desde el célebre 2 de Marzo de 1882 y aún continuaba la angustia de Alicia, tras la visita real a la Mina. Quizás pueda ser entendida su sensación personal al vivir intensamente el evento, como adelante veremos.
    Nos ayuda en ello, la visita de un personaje (cuya identidad no se revela, por motivos obvios) girada a la señorial casa, en Heathland, -Londres- residencia familiar de Mr. Hugh Mackay Matheson, en la época, Presidente de la Rio Tinto Company Ltd y principal anfitrión del Rey.
    Confortados por el bien alimentado fuego de la estancia y tras sorbo y sorbo de té servido en delicadas tazas de porcelana china, su hija. Annabella Catherine, mostró al invitado, con cierto tono de orgullo, la carta que desde Rio Tinto, le escribió su padre el 4 del mismo mes y año.

    (Se entrecomilla lo escrito de su puño y letra, en tanto las comillas se suprimen en otras referencias, atribuidas a Braulio Santamaría)
    Téngase en cuenta la importancia de la visita real a Huelva, hecho que no se producía desde la que hiciera Fernando III, el Santo, (1202-1252)
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    “Mi querida niña”

    “Yo no tenía idea cuando dejé casa que iba a tener el honor de recibir al Rey de España, como huésped, durante esta visita a Rio Tinto. Tu ahora sabes, sin embargo, que en Madrid fuimos informados que el rey y la reina y, también la hermana de su majestad estaban para venir sobre el 2 o el 3 de este mes y mucho de mi tiempo ha sido empleado en Huelva diseñando y ejecutando planes para hacer la visita un éxito.
    Por alguna razón, probablemente política, la reina y la infanta decidieron no venir y había mucho debate entre los dirigentes locales. Me alegra ahora decir que la visita ha terminado y pasado de tal modo, satisfaciendo al Rey, en grado notable, dando placer y satisfacción a todos.”
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    Desde Sanlúcar y a bordo de la goleta “Ligera”, escoltada por el vapor de ruedas “Vulcano”, uniéndose el cañonero “Arlanza”, llegó a las aguas de Huelva el Rey, acompañado de numeroso séquito pero en el que, efectivamente, no figuraban ni la Reina ni la infanta Eulalia, hermana menor del soberano.
    Tras una espera de 2 horas, aproximadamente y, después de finalizar su visita al Monasterio de La Rábida, la “Ligera” con la debida prudencia, se acercó al muelle de Rio Tinto, desde el cual y en el vaporcito “Justa”, propiedad del Sr. Sundheim, iban el Presidente del Consejo de la RTCL, Sr. Matheson, los Directores y representante de la misma, Doestch, Schoeder y Carballo.
    Pedida autorización para abordar a la primera y una vez presentados al Rey, Mr. Matheson le dirigió las siguientes palabras:

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  2. “Apreciamos en alto grado y estimamos en muy señalado honor el que V,M. se ha dignado dispensarnos al decidirse a visitar las minas de Rio Tinto.
    Es grato deber e inmensa satisfacción para mí y mis colegas, ponernos a las órdenes de V,M, esperando sinceramente que V.M. encontrará de algún interés examinar y recorrer las maravillosas minas e importantes obras que la Compañía desarrolla, contribuyendo de esta manera al desenvolvimiento de los intereses que atesora este país, por cuya prosperidad tanto nos interesamos.
    Mucho temo no podamos ofrecer a V.M. una recepción digna de tan augusto huésped, pero confiamos que nuestros sinceros y cordiales esfuerzos para hacer más cómoda y agradable su estancia y viaje, merecerán la alta aprobación de V.M.
    Todo está dispuesto, Señor. y sólo esperamos las órdenes de V.M. para cumplimentarlas.”
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    Desembarcado el cortejo real y, una vez cumplimentadas las autoridades de la capital, en tren especial preparado al efecto, bajo la dirección de Mr.Langdon, Ingeniero Jefe de Tráfico de la RTCL, fue tomado por la comitiva en la estación de Rio Tinto, (en Huelva) para viajar a las minas.
    Mr. Matheson continúa:
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    “Un espléndido staff de oficiales, civiles y militares, acompañaban al Rey, todos decorados profusamente con estrellas y medallas y, nuestro pequeño coche salón, en precioso orden estuvo bastante bien lleno, seguido de otros 4 carruajes que formaban el tren.
    El Rey era el más agradable, hablando el camino entero con la mayor animación, pero como él olvidó enormemente el inglés, lo encontraba molesto para hablarlo y el Sr. Doestch llevó la conversación principal y lo hizo enterándole, con mucho detalle, de nuestro trabajo en esta provincia.
    Desde luego, casi todos fumaban y, observando el Rey que yo no lo hacía, él me dijo: Vd. se parece a un amigo mío que en Sandhurst puso un aviso en su cuarto, que decía; AQUI NO SE FUMA.
    Aseguré a S.M. como, a veces, no me opongo a los que otros hacen”.
    (Contionuará)

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  3. “Estaba demasiado oscuro para prestar atención al panorama del camino y sólo nos paramos dos veces , en Niebla y Utrera (¿?) para echar agua a la máquina y, en Berrocal, para contemplar un arco triunfal que al maestro de estación se le había pedido.

    Sobre las 10 llegamos a nuestro destino.
    Las luces eléctricas y la luna se combinaron para iluminar la corta abierta, de manera bastante esplendida y, no solamente el Rey si no también los miembros de su staff estaban profundamente impresionados por la visión.

    Había una gran muchedumbre de gente pero se comportaron del modo más admirable, cubriendo el camino por el que anduvimos hacia la Casa Grande.
    La plaza frente aquella residencia estaba literalmente atestada.
    Una banda de música sonaba a lo lejos y una docena o más de policías montados, molestaban a la gente, no poco, por las cabriolas de los agitados animales, en los momentos de la llegada.

    Entrando en la casa, yo tomé a S.M. escaleras arriba y, primero en la balconada, donde él dio inmensa alegría a la muchedumbre apareciendo y recibiendo sus entusiastas demostraciones,

    Hacia las 11 y ¼ bajamos para cenar un espléndido banquete servido por los criados del Rey y un número de camareros, de Sevilla, donde habíamos adquirido las viandas y vino. Terminada, hacia las 12, nada mejor para S.M. que un recorrido por el interior de la mina.
    Debería mencionar que 28 fueron invitados a la cena, incluido desde luego, Mr. Prebble
    Yo ocupé la silla, estando el Rey en el lado opuesto a mí y con Mr. Doestch al lado de él. A la derecha e izquierda de mi estaban el Ministro de Marina y el Gobernador de la provincia.
    El Ministro me gusta. Es abstemio, es viejo y tomó pequeña parte en las actividades para atender a la visita.
    Muchos de nosotros salimos para el paseo de medianoche y montamos en un tren de 3 carros planos con bancos de jardinera, espalda con espalda, colocados sobre ellos de lado, fue hecho para mi cuando en mi última visita yo estaba cojo, solo que Mr. Prebble los había cubierto de toldos, arreglándolos para, exactamente, no rozar el techo de las galerías subterráneas.
    Fuimos al túnel principal y continuamos hacia 900 metros dentro de la mina, viendo las galerías las cuales están siendo cortadas a derecha e izquierda y continuando los trabajos tanto de noche como de día.
    En corto aviso la gente ha sido advertida de nuestra llegada a fin de prevenir lo que pueda ser peligroso.

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  4. “El Rey y su staff estaban encantados. El hizo completas preguntas y tomó un inteligente interés en todo asunto. Yo contestaba: El preguntaba:
    “Vd. es el Jefe de este negocio: ¿Qué posición ocupa Mr. Doestch?¿Cuántos Directores hay?.¿Cual es el capital de la Compañía?. ¿Qué beneficio pagará Vd. a sus accionistas?. Etc. etc.”.
    Pasaban las dos de la mañana, antes de nuestro regreso.

    La habitación que yo había destinado para mí mismo, próxima al comedor, había sido apropiada por el servicio, así fui a dormir a casa de Mr. Carlyle, teniendo una confortable noche y volviendo a las 7,30 para ver todo listo y comenzar la visita a los trabajos.”

    (Matheson describe el recorrido por el campo industrial, para seguir)

    “Conseguimos una bonita vista, caminando entre montones de minerales ardiendo, visitando después los trabajos de cementación, las nuevas casas de Bella Vista para el staff, los trabajos en pozos, bombas, etc….
    Cada tonelada extraída aquí es de buena calidad y se destina a embarque para Inglaterra, sin ninguna selección, como es absolutamente necesario en otras partes. Hay una abundante maquinaria aquí que produjo gran impresión.
    Continuamos nuestro paseo por la veta norte, hacia el nivel alto, lo cual evitó pasar por la combustión de las teleras, pues era la más directa ruta. En este camino ellos vieron todo sobre ellas, desde el punto desde donde una buena vista del lugar se obtiene”.

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  5. "El Rey expresó el deseo de ver las casas de la Compañía para las gentes, yo me adelanté a pié, cerca de las tumbas romanas que tú recuerdas y, le mostré un pueblo donde en él se levantan en dos o tres calles y son ocupadas rápidamente.
    S.M. entró en dos de las casitas y estaba muy complacido con ellas. Constan de 3 habitaciones. Conversó con los ocupantes por algún tiempo, preguntándoles todo acerca de su trabajo, sus circunstancias, etc .inteligentemente y con gran tacto.
    Antes de abandonar las minas, deseó le fuesen abonadas £5 a cada una de las familias que él visitó.
    Esto completó nuestro programa encontrándonos de vuelta con una magnífica comida. La multitud del lugar, con gran entusiasmo gritaba a intervalos: !Viva el Rey¡
    Una pobre mujer se arrodilló frente a él para hacerle una petición sobre algo. Inmediatamente paró y oyó su historia, diciéndole una palabra amable que fue, probablemente, la concesión del beneficio.
    Después del almuerzo el Rey y acompañamiento, camino del ferrocarril, fueron a la Iglesia para rezar. Yo permanecí fuera para mantener el orden y estar listo para acompañar a S.M.
    Con la llegada a Huelva, vió en el muelle la carga de mineral que se estaba efectuando sobre el vapor “Valentia” completado con 1,700 Tons. El rápido sistema de carga por los trenes gustó mucho a S,M.

    A las 7,30 Mr. Sundheim dio una gran cena al Rey y acompañantes. El Mayordomo de S.M., Conde de Sepúlveda (en la ocasión lo era D. Atanasio Oñate Salinas Soto y Gutierrez –Senador por Segovia-) organizó el orden a seguir por los huéspedes. Había 36 a la mesa, situando a la derecha del Rey a Mrs. Sundheim, a mi a su izquierda, Mr. Sundheim en la parte opuesta. El anciano Padre de Mrs. Sundheim, De la Cueva, en un especial asiento, como Secretario Honorario de la Reina Isabel.

    Después de las diez aproveché la oportunidad de que Carballo solicitaba permiso para retirarse y yo lo hice también .El Rey me estrechó la mano, calurosamente todo el tiempo, al decirme el placer que sentía por las atenciones recibidas y que le sería grato verme de nuevo.
    Aunque nosotros no hablásemos mucho, juntos, él dijo a su venerable mayordomo, Conde de Sepúlveda, cuánto le había afectado mi cuidadosa atención, dirigiendo los movimientos de nuestros oficiales, dando instrucciones cuando fueron requeridas y constantemente atendiendo que todo estuviese correcto.
    Me envió un mensaje particular de repetidas y amables expresiones.
    Me fui a casa lleno de agradecimiento porque todo había estado marchando tan maravillosamente bien, siendo evidente que nosotros teníamos asegurada la amistad del Rey.
    Olvido decir que pedí a un fotógrafo de Sevilla, tomase vistas de la visita real y, posamos ante su enorme aparato, en dos ocasiones: La primera, dijo, fracasó. Dudo si la segunda ha sido mejor, pero no se ha “oido” el resultadoª.

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