11 de mayo de 2012

Pero no me cuadraban los apellidos (III)

Seguimos con el juego de relatos cortos que contenga la frase "no me cuadraban los apellidos". Ahora es el turno del estupendo trabajo de Cinta:
  
Autora: Cinta Gómez. 

Estaba muy emocionada. Tanto que casi no pude dormir esa noche. Antes de acostarme, puse el despertador muy temprano, para llegar la primera... pero no me hizo falta. Me desperté mucho antes de que sonara. Me levanté y aún era de noche: desayuno, lavado de cara, coger la carpeta y salir. 

La calle estaba desierta, ni un coche; tuve que esperar al autobús más de veinte minutos. De hecho era la única pasajera. 

Cuando llegué para mi sorpresa, no fui la primera. Había allí unas diez personas, ya colocadas en fila. Unos leyendo, otros repasando los papeles y otros a punto de quedarse dormidos.

Supongo que todos estábamos experimentando la misma sensación. Nuestro futuro empezaba ahí.

Al terminar el instituto, la puerta que se abre ante tus ojos es grande e incierta. Elegir el camino de tu formarción universitaria tiene mucho peso. A partir de ahí se decidirá todo tu futuro profesional y las dudas que te asaltan son terroríficas. ¿Cómo serán mis compañeros? ¿Estudiaré lo suficiente? ¿Aprobaré? ¿Significa que ya soy un adulto?...

Después de haberme empapado bien toda la información universitaria que pude recopilar, tras debatir con familia y amigos y noches de reflexión con la almohada, estaba totalmente decidida. Me iba a matricular en Psicología. Siempre he sido una persona muy sociable, me gusta estar con gente, hablar y relacionarme. Y lal mente humana siempre me ha despertado mucho interés. Sin embargo, cuando eliges una carrera tienes que tener en cuenta otros factores que no tienen mucho que ver con tus gustos, como por ejemplo, salidas profesionales, plan de estudio, ciudades en las que se oferta... 

Aun así, todos los factores me cuadraban muy bien: en mi ciudad se podía estudiar, las asignaturas que dan parecían ser bonitas y si no podía montar mi propio negocio, podía trabajar en colegios, institutos, gabinetes psicológicos... ¡Perfecto! Todo estaba atado y bien atado.

Revuelo en la fila, que ya estaba formada por más de cuarenta personas. Estaban abriendo las puertas de la Facultad. ¡Qué nervios! Pasamos todos en orden hacia la secretaría. Me dispuse a repasar por enésima vez si llevaba todos los documentos. Sí, estaban todos: fotocopia DNI, original y fotocopia de selectividad, dos fotos de carné... 

Cada futuro universitario entraba, recogía la solicitud de matricula y, después salía con un número para entregar luego el sobre cumplimentado. 

¡Ay! ¡Ya me tocaba! ¡Había pasado el que estaba delante mía! 

Entré en la estancia en la que hay tres amplias mesas, con un ordenador cada una y montones de papeles por todas partes. “Pasa”, me dijo una mujer pequeña, de mediana edad, con gafas. Me acerqué a su mesa y me dió un sobre grande y pesado y un ticket con el número 10. Salí y me fui directa a un banco vacío. Saqué un bolígrafo de mi mochila y empiecé a escudriñar el contenido del sobre. No quería que se me pasase nada por alto. 

Después de haber leído todo, me dispuse a rellenar la solicitud, que estaba compuesta por tres hojas copiativas. Los huecos para escribir tenían un diseño un poco complicado: eran cuadraditos en los que había que poner una letra. Comencé a poner mi nombre, pero no me cuadraban los apellidos. Sabía que mis apellidos eran largos, toda la vida me lo había dicho, pero ese fue el momento en el que fui realmente consciente. 



3 comentarios:

  1. Momentos de cambios que siempre recordaremos, en mi caso, con alegría. ¡Es estupendo, Cinta!

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  2. Sin duda, todos recordamos ese momento.Gracias por tu relato, y por haberme llevado a recordar cómo lo viví yo de paso.
    Genial Cinta!!
    María Prieto.

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  3. Me ha gustado mucho!! es genial la manera en la que has hecho que recordemos ese momento!! Espero el próximo con impaciencia! jejejejejeeje Manme

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