Seguimos con el juego de
relatos cortos que contenga la frase "no me cuadraban los apellidos".
Ahora es el turno del estupendo trabajo de Cinta:
Autora: Cinta Gómez.
Estaba muy
emocionada. Tanto que casi no pude dormir esa noche. Antes de acostarme, puse
el despertador muy temprano, para llegar la primera... pero no me hizo falta.
Me desperté mucho antes de que sonara. Me levanté y aún era de noche: desayuno,
lavado de cara, coger la carpeta y salir.
La calle estaba
desierta, ni un coche; tuve que esperar al autobús más de veinte minutos. De
hecho era la única pasajera.
Cuando llegué para mi
sorpresa, no fui la primera. Había allí unas diez personas, ya colocadas en
fila. Unos leyendo, otros repasando los papeles y otros a punto de quedarse
dormidos.
Supongo que todos
estábamos experimentando la misma sensación. Nuestro futuro empezaba ahí.
Al terminar el
instituto, la puerta que se abre ante tus ojos es grande e incierta. Elegir el
camino de tu formarción universitaria tiene mucho peso. A partir de ahí se
decidirá todo tu futuro profesional y las dudas que te asaltan son
terroríficas. ¿Cómo serán mis compañeros? ¿Estudiaré lo suficiente? ¿Aprobaré?
¿Significa que ya soy un adulto?...
Después de haberme
empapado bien toda la información universitaria que pude recopilar, tras
debatir con familia y amigos y noches de reflexión con la almohada, estaba
totalmente decidida. Me iba a matricular en Psicología. Siempre he sido una
persona muy sociable, me gusta estar con gente, hablar y relacionarme. Y lal
mente humana siempre me ha despertado mucho interés. Sin embargo, cuando eliges
una carrera tienes que tener en cuenta otros factores que no tienen mucho que
ver con tus gustos, como por ejemplo, salidas profesionales, plan de estudio,
ciudades en las que se oferta...
Aun así, todos los
factores me cuadraban muy bien: en mi ciudad se podía estudiar, las asignaturas
que dan parecían ser bonitas y si no podía montar mi propio negocio, podía
trabajar en colegios, institutos, gabinetes psicológicos... ¡Perfecto! Todo
estaba atado y bien atado.
Revuelo en la fila, que
ya estaba formada por más de cuarenta personas. Estaban abriendo las puertas de
la Facultad. ¡Qué nervios! Pasamos todos en orden hacia la secretaría. Me
dispuse a repasar por enésima vez si llevaba todos los documentos. Sí, estaban
todos: fotocopia DNI, original y fotocopia de selectividad, dos fotos de
carné...
Cada futuro
universitario entraba, recogía la solicitud de matricula y, después salía con
un número para entregar luego el sobre cumplimentado.
¡Ay! ¡Ya me tocaba!
¡Había pasado el que estaba delante mía!
Entré en la estancia en
la que hay tres amplias mesas, con un ordenador cada una y montones de papeles
por todas partes. “Pasa”, me dijo una mujer pequeña, de mediana edad, con
gafas. Me acerqué a su mesa y me dió un sobre grande y pesado y un ticket con
el número 10. Salí y me fui directa a un banco vacío. Saqué un bolígrafo de mi
mochila y empiecé a escudriñar el contenido del sobre. No quería que se me
pasase nada por alto.
Después de haber leído
todo, me dispuse a rellenar la solicitud, que estaba compuesta por tres hojas
copiativas. Los huecos para escribir tenían un diseño un poco complicado: eran
cuadraditos en los que había que poner una letra. Comencé a poner mi nombre,
pero no me cuadraban los apellidos. Sabía que mis apellidos eran largos, toda
la vida me lo había dicho, pero ese fue el momento en el que fui realmente
consciente.
Momentos de cambios que siempre recordaremos, en mi caso, con alegría. ¡Es estupendo, Cinta!
ResponderEliminarSin duda, todos recordamos ese momento.Gracias por tu relato, y por haberme llevado a recordar cómo lo viví yo de paso.
ResponderEliminarGenial Cinta!!
María Prieto.
Me ha gustado mucho!! es genial la manera en la que has hecho que recordemos ese momento!! Espero el próximo con impaciencia! jejejejejeeje Manme
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