Seguimos con el juego de
relatos cortos que contenga la frase "no me cuadraban los apellidos". En esta ocasión disfrutamos del estupendo relato de Mª Carmen:
Autora: Mª Carmen Hernández.
Corría el año 1937, cuando apareció
Randall en mi vida. ¡Qué hombre! Recuerdo que era encantador, un soldado guapo,
alto y adinerado. Ya sé que suena a tópico, eso que tanto decís ahora, pero como
me ocurrió a mí, que quieres que te diga, ni tópico ni típico. A simple vista,
no se podía pedir más, pero a todas
luces, carecía de ellas. Me casé con él.
Conocí a tu abuelo cuando
acompañaba a su hermano C. Howard Crane a la inauguración del Earls Court. Como
sabéis, yo trabajé de azafata de exposiciones en uno de los edificios que él
había diseñado. Tu abuelo no, tu tío. Yo podría tener unos veintidós años,
tenía mucho desparpajo y para ese trabajo era buena, muy buena.
Como con los hombres ya estaba
curada de espanto, me acerqué a esos dos
personajes más por aburrimiento que por curiosidad y, la verdad sea dicha, por
ver si podía sacarles algo. Lo primero que pensé fue en sí mi negro pelo
permanecería todo en su sitio y ordenado.
En realidad iba a saludar a un joven rico, quizás el arquitecto se
fijara en mí y asunto solucionado.
No fue así. Nos conocimos
bastante. Pero no hubo manera, afortunadamente
la suerte no estuvo de mi parte. La verdad que no me entusiasmé mucho con él,
ni sufrí por los desplantes que me hizo y acabé por fijarme en su hermano. Randall, ¡qué historia la de tu abuelo! Que
sepamos, el origen de su mala cabeza se debió a que estuvo de lleno en “la
matanza de San Valentín” siendo adolescente. Su padre andaba metido en el
tráfico de bebidas espirituosas. Herido
de bala entró en el hospital y pasado un mes salió con el cerebro de un
alcohólico empedernido…las cosas que tiene esta vida. Lo alistaron al ejército
para que tuviera un oficio, llevaba el control de entrada y salida de los
militares en la base de Port Chicago.
Al cabo de un año de la
inauguración de Earls Court, si no me falla la memoria, se celebró la boda. Vino toda su familia desde
Norteamérica. No puedes imaginar lo rica que era esa gente, digo esa gente,
porque nunca más los vi, ni el abuelo Randall tampoco. Fue una boda por lo
civil, creo que tu madre conserva algunas fotos del acontecimiento. Yo estaba
preciosa ¿verdad? Como podrás ver (si tu
madre sabe donde guardó las fotos) que la cara de mis suegros era un poema, ya
que al firmar el acta de boda mi futuro esposo se extrañó del nombre del señor
Howard. La verdad que no le hice mucho caso, por lo de su borrachera crónica, claramente
ponía que era su hijo pero no me cuadraban los apellidos. En fin, Randall era
bastardo. No me extrañé, era cosa muy normal en mi época que esos asuntos se
llevaran escondidos toda una vida pero tu abuelo, que a veces no era tan tonto,
pudo haberse callado y ahorrarles a todos esa vergüenza. No volvieron a poner
un pie en Inglaterra…ni falta que hizo.
Vivíamos de la pensión de tu
abuelo y de mis trabajitos en el mundo del arte. De azafata pasé a ser asesora
de varias galerías permanentes, no estaba nada mal. Cuando quise darme cuenta ya era madre de
tres niñas altas y guapas como su padre.
¿Qué si lo quise? Más que a mí
vida.
Espero querida que esto te sirva
para el trabajo genealógico que estás haciendo y deseo también que no sea una
nueva estratagema de tu madre para averiguar sus “orígenes” (como ella los
llama) o es que acaso ¿ella quiere tener un pasado como el de tu abuelo? Ese
fue de él…y mío.
Ya te dije que la historia no iba
a ser ni tópica ni típica. Telefonéame.
¡Felicidades Manme! Es fantástico. Ya hasta tiramos de relatos históricos.
ResponderEliminarYo no habría sido capaz de escribir algo con tantos datos históricos...me queda tanto por aprender...enhorabuena Manme!!No esperaba menos de ti!
ResponderEliminarMaría Prieto
Muy buen relato. Felicidades, un auténtico placer.
ResponderEliminarManme..yo creo que te has confundido de carrera,,,enhorabuena!!!Luisma
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