Autora: Cinta Gómez
Las estrechas y terribles calles de la ciudad se
iluminaban a su paso. “Levantarse antes de que salga el sol es antinatural...
¡ningún animal lo hace!”, pensaba mientras se ajustaba la chaqueta todo lo que
podía y se colocaba la bufanda para taparse la boca. El frío, a esas horas de
la mañana, cortaba el aire, helaba hasta los sentidos y ella que era una chica
de ambiente cálido se sentía paralizada e indefensa.
Como cada día, cogía el metro de las 7:30 horas, cuyos
pasajeros, pálidos y ojerosos, no emitían ningún sonido: el silencio reinaba en
todo el vagón. “¡La parte positiva es que siempre hay asientos libres!”, se
consolaba mientras sacaba su agenda del bolso. “Veamos”. Repaso a las tareas
del día, organización mental, entrando ya en calor. Se quitó el gorro de lana y
la bufanda.
Dio un barrido visual al panorama: un señor de traje y
corbata leyendo el periódico, una señora de mediana edad dormida en su asiento,
un chico joven con un mono azul de trabajo... “Parece que ninguno de los que
estamos aquí vamos al INEM”.
Después de cuarenta y cinco minutos de viaje, con sus
respectivos transbordos, llegó a su parada de destino. De camino a la oficina:
“¡Qué grande es esta ciudad! ¿Cómo puedo estar trabajando en la otra punta?
Cada día invierto más de dos horas en traslados. Esto no es vida. La gente en
los pueblos es más feliz, está menos estresada, disfruta de los pequeños
momentos de la vida. ¡Pero a mí no me da tiempo! Sumemos: jornada laboral de
ocho horas, dos de desplazamientos, siete de sueño, tres de comidas, dos de
obligaciones domésticas... ¡¡¡¡Sólo tengo dos horas de margen al día!!!! Esto
no puede seguir así...”
Encendió el ordenador, se quitó la chaqueta y se sentó
en su puesto. Tras un buen rato comienza
a llegar el resto de compañeros.
“¡Buenos días!” “¿Qué tal?” “¡Buenos días!” “Bien. ¡Qué
bonito abrigo!” “Gracias, fue una ganga.” Sonidos de dedos en las teclas,
impresora, teléfono.
Una voz le sobresaltó en su espalda: “¡Venga! Vamos a
por un café”.
- Estoy cansadísima. Tengo que replantearme buscar un
piso por aquí cerca.
- ¡Buf! ¿En esta zona? No hay casi nada, es muy
industrial.
- Sí, pero tengo que tardar menos en llegar, es que
pierdo mucho tiempo.
- Ya sabes que si vinieses desde mi zona, te traería en
mi coche.
- Lo sé... ¡Venga! Volvamos.
Estuvo distraída el resto de la mañana. Pero
afortunadamente llegó la hora de volver a casa.
De camino al metro: “Lo tengo decidido. Me voy. La vida
se me pasa y ni siquiera me doy cuenta. Cada día es igual al siguiente. Quiero
cambiarlo. ¡Voy a cambiarlo! Mañana lo arreglo todo y me voy a una ciudad más
tranquila.”
Se duchó, cenó y se acostó con una sensación muy
agradable. Había decidido cambiar su vida y eso le hacía sentirse feliz y
valiente. Se durmió imaginando la nueva vida que construiría a partir de
entonces.
6:30 h. de la mañana. Despertador. “Levantarse antes de
que salga el sol es algo antinatural... ¡ningún animal lo hace!”. Se levantó,
se enfundó en su bata y se preparó para otro día de trabajo.
Un relato que habla del conformismo y en el que muchos pueden verse reflejados, incluso un país entero. ¡Enhorabuena Cinta!
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