Se subió a la azotea, aquella
donde no corre la brisa y el tiempo no pasa, para, como siempre, contemplar
desde las alturas y a la distancia tranquilizadora, el río Olvido -no
precisamente el Guadalete- en el que naufragan el color, el saludo y la
sonrisa. Su sinuoso camino, antes bello y caliente, domina la tierra colonizada
por el color negro absoluto y el gris amenazante.
Respirando el aire puro, con el
corazón oxigenado, intenta recordar en qué segundo el pintor se equivocó con la
paleta. ¿O es un sueño? Será cierto,
como cree, qué en algún momento el color blanco era el dueño o su imaginación,
una vez más, utilizaba malas artes.
No necesita prismáticos para
palpar la seriedad, la competitividad, los sueños no cumplidos. Sin esfuerzo
escucha la desconfianza, la sinrazón, la soberbia, la desigualdad, la
incultura, el victimismo, el miedo. ¡Ay! ¡El miedo! Ese dictador que esconde lo
realmente importante y no permite que
se disfrute el día a día. Que nos
muestra el vaso sin contenido o medio vacío, cuando la realidad es justamente
la contraria. Con su naturaleza tenebrosa, engaña y como gran jugador de póker
que es, lanza un farol tras otro que le hacen disfrutar.
Y es el miedo individual, el que
acompaña desde el nacimiento, el más poderoso de todos. Y es verdad que existen
otros miedos generados por el colectivo, por la sociedad; fomentados en la educación y el contacto, pero
esos no llegan a generales. El que ordena y manda es el que sale de dentro
y domina con el mínimo detalle. El que
no permite la felicidad y silencia las buenas noticias.
Cuando pasea cerca del río o
corre rodeado por el humo susurra, comenta, grita: “¡abajo el dictador!”, pero pocos
le escuchan. Hay mucho ruido allí abajo. Un ruido que ciega. Se desespera, se
desilusiona, se enfada y siente como el río Olvido, siempre hambriento, quiere,
necesita un náufrago más.
En ese instante sube a la azotea
y se recupera, sana, sonríe. Estudiando su exterior –y su interior- coge
fuerzas para volver a empezar en su lucha contra el dictador que dirige con
mano de hierro el horizonte, sin necesitar más tiempo del necesario.
Positivo, respira, mira,
reflexiona, lee y escribe en tercera persona, esperando no parecer un farsante.
Voy a leerlo otra vez Jm, porque me encanta!!!!!
ResponderEliminarWow!
ResponderEliminarEs fantástico!!
Fdo. PW.