Dime que me deseas.
Dime que despierto en ti unas irrefrenables ganas de
poseerme.
Dime que me darías el beso más profundo del mundo, que me
morderías los labios y me comerías el cuello ansiosamente.
Dime que me quitarías la ropa mientras nos enzarzamos en una
coreografía, de un lado al otro de la habitación, tropezándonos de pared a
pared.
Dime que apretarías tu cuerpo contra el mío, mientras
acaricias cada rincón de mi piel con determinación, con fuerza, pero de forma
delicada.
Dime que quieres que mis dientes despierten tu piel, tus
manos, tus orejas y tu boca.
Dime que no pararías de besarme y mirarme a los ojos
mientras estás en mí.
Dime que te gustaría que tuviésemos un encuentro profundo,
placentero y fugaz.
Dímelo al oído, susurrando, que nadie más te oiga.
Porque sabes que no está bien, porque sé que está mal.
Pero, no lo dudes, dímelo. No hagas nada, sólo, dímelo.
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