21 de mayo de 2012

Pero no me cuadraban los apellidos (V)

Con el siguiente relato terminamos con la frase "no me cuadraban los apellidos". A partir de ahora jugaremos con "las estrechas y terribles calles de la ciudad se iluminaban". Al inicio del mes que viene iremos publicando los primeros relatos. Como siempre, quien desee participar sólo tiene que enviar un relato que contenga esa frase,con una extensión máxima de una página, en la dirección que se encuentra en la columna de la derecha de este blog.


Autor: Juanma Gemio


Que recuerde la prohibición de fumar en el interior de la empresa como mi decisión más valiente no me convertía en un gran aventurero. El paso de Anibal por los Pirineos ayudado por elefantes en su lucha con Roma, quedaba muy lejos para alguien de naturaleza anodina. Siempre fui así: tímido, lento, serio, en segundo plano. Los pantalones marrones, la camisa pulcramente planchada, el peinado pasado de moda y las gafas negras no mejoraban el exterior.

Era profesional, eso sí. Cuando se cambió la ley, no dude un instante: al lunes siguiente no se fumaría más en mi empresa. No es que fuera de mi propiedad. Sólo con pensar en ser empresario o autónomo arriesgando el dinero que llevaba años ahorrando para cuando vinieran tiempos más oscuros, hacía que me temblaran las piernas. Era, aún lo soy, responsable de Recursos Humanos: preparo contratos, dirijo cursos políticamente correctos, busco seguros médicos baratos para los trabajadores y hago entrevistas.
Siempre hacíamos las entrevistas de la misma manera. Juan, mi compañero desde 1998, era el que desde la puerta del despacho llamaba a los aspirantes con una sonrisa y hacía las preguntas habituales:
-¿Cómo has conocido la oferta laboral? ¿Qué conoces de Ferrandi S.A.? ¿Estas capacitado para trabajar en grupo?
Yo apuntaba las respuestas y las sensaciones y tenía la última palabra para llevar el nombre del favorito al equipo económico. Nos coordinamos a la perfección, pero ese día algo falló desde el principio. Como de costumbre él llamaba y yo revisaba la lista. Le escuché como decía:
- Por favor, Hernández Prieto, Cinta.
Pero, a mí, los apellidos no me cuadraban. Según el orden de mi lista era el turno de Hidalgo González, José Luis. ¡Espera! Ahora recuerdo que el día anterior no había añadido los currículum que llegaban vía internet. La primera vez que me ocurría, ¿cómo es posible?
Ese fallo sin importancia me distrajo lo suficiente para que no la viera entrar. Mis ojos miraban fijamente los dos bolígrafos azules sin estrenar que tenía encima de la mesa. Juan, siempre tan dispuesto, comenzó la entrevista:
- Cinta, ¿cómo has conocido la oferta laboral?
Su voz dulce, melódica, sin estridencias, entraron en mis oídos como la mejor balada, acelerando las pulsaciones. Cuando, al fin, tras dos respuestas más alcé la vista, me dio un vuelco al corazón. Allí estaba ella.

La persona que vencería a mi soledad.
La persona que llenaría mi corazón de valentía.
La persona que daría color a mi existencia blanca y negra.
La persona que haría de la risa algo cotidiano.
La persona que me enseñaría qué quien no arriesga, no gana.

La persona por la que cruzaría los Pirineos a lomos de un elefante.



4 comentarios:

  1. No sabes cuanto me ha gustado, estaba deseando que llegara tu turno!!!...me gusta leerte. El final del relato me encanta Juanma, es precioso!!!!! Manme

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  2. Estoy de acuerdo con Manme...ese final es una pasada!!!Pone los pelos de punta!!
    Un placer leerte siempre Juanma...
    María Prieto.

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  3. ...que crack!!!..si al final....Luisma

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  4. Muchas gracias a los tres. Me gusta este juego. Luisma, te esperamos en el siguiente. Arriba tienes la frase obligatoria. Nos encantaría!!

    Un abrazo.

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